Cigarreras en la Escuela de Capacitación Social, Madrid - Foto Videa |
Se ha creado para ellas una Escuela
de Capacitación Social, a la que acuden las delegadas de Madrid y de
provincias... Y estas delegadas, convertidas en profesoras, formaran en sus
respectivas fabricas núcleos de cultura social.
Si el señor Merimée emprendiese por tierras
de España un nuevo viaje sentimental; si, penetrado de nostalgia, se acercase a
la Fabrica de Tabacos en busca de las huellas de su Carmencita, ¿sabéis la
sorpresa que se llevaría? Aproximadamente la misma que Fierre Louys si intentase
reconocer aquella voluble y cruel Conchita de La femme et le pantin entre
alguna de las cabezas inclinadas y pensativas que desde hace más de una hora
estudian afanosamente bajo la luz mañanera volcada desde unos balcones anchos
abiertos en la vieja fachada de una casa de la calle de Embajadores.
—¿Cigarreras? ¿Estas son cigarreras? —nos
diría cualquiera de esos señores ebrios de la emoción del pittoresque,
que no pueden concebir ciertos perfiles de la mujer española si no los adornan
de la inevitable navaja en la liga y de la roja y negra tragedia amorosa
latente.
—¿Cigarreras?
Helas aquí nuestras cigarreras. El silencio
profundo, tal como no lo hemos conocido nunca en Liceos ni en Universidades; el
silencio espeso, lleno de meditación, pesa sobre sus frentes, que se elevan de
vez en cuando para atrapar por el aire un concepto o una idea que se resisten.
Desde hace un mes, estas muchachas, llegadas de diferentes provincias —Logroño,
La Coruña, San Sebastián, Bilbao, Santander, Cádiz, Huelva—, siguen de esta
manera atenta y consciente las enseñanzas del curso organizado por la flamante
Escuela de Capacitación Social, creada por la Federación Tabaquera Española,
que lleva gastadas en esa obra de cultura, y en sólo un mes de clases, muy por
encima de las once mil pesetas.
*
Calle de Embajadores, a plena mañana. Todo
el Madrid castizo y vocinglero derramándose bajo los balcones que se
enfrentan con la filigrana churrigueresca de San Cayetano. Pregones, coplas de
ciego, rumor de paseantes, gritos de chiquillos: lo necesario para reconstruir
la vieja estampa del dieciochesquismo madrileño. Un mendigo con una guitarrilla
toca allí mismo, bajo los vitrales cerrados, fragmentos mal cosidos de coplas
populares.
Las plumas rasguean incansables en las
manos de nuestras cigarreras, abstraídas, indiferentes a la vida exterior. Ni
una sola célula de su organismo responde al gesto atávico de fundirse al
ambiente en que antaño vivieron y crearon su leyenda de rumbo, de violencia, de
desgarro y pasión, sus antepasadas. Sólo una se incorpora un instante y exclama
sin poderse contener cuando la guitarrilla ataca un aire nuevo
—¡Anda! ¡La jota de mi pueblo!
Cunde un vivo siseo, una guirnalda de
sonrisas discretas y contenidas, alguna advertencia en voz baja.
—¡Vamos, vamos! ¡No estamos aquí para eso!
Estudian, trabajan. Me dicen que llevan el cerebro lleno de ideas nuevas que
les han creado un nuevo espíritu. Tienen una sed despierta y ambiciosa de
saber, de capacitarse, de abrir el alma a la nueva siembra.
—Ahora —me dice una de ellas— iremos
nosotras con estas notas, con estos conocimientos adquiridos, y haremos en las
respectivas fábricas núcleos de cultura social. Agruparemos a nuestro alrededor
a las que deseen prepararse y capacitarse para los altos destinos sociales del
proletariado. Más adelante, esta escuela central dará margen a la formación de
escuelas locales.
Los tabaqueros españoles pretenden que la
industria del tabaco pase a ser nacional, y para ello comprenden que han de
capacitarse primero en los problemas que plantea esta nueva forma de
explotación, y que han de presentar un cuadro técnicamente preparado,
socialmente capacitado, que haga posible esa esperanza, y que la haga, además,
próspera y eficaz.
—Don José Verdes Montenegro —me dice
Eulalia Prieto, la presidenta de la Federación— es el director de la Escuela, y
nos ha dado veintidós lecciones de sociología, que hemos recogido para, a
nuestra vez, explicarlas entre las compañeras. Don César González explicó
catorce lecciones de Economía Política. Han desfilado por esta cátedra, en
conferencias sobre diversos temas políticos y sociales, Clara Campoamor,
Hernández Catá, Jiménez de Asúa, don Marco del Castillo y otras
personalidades.
Severino Chacón, secretario de la
Federación, organizador y animador de estas actividades, me da otros datos. En
breve se organizará un curso análogo para hombres. La Federación está dispuesta
a realizar el máximo esfuerzo en esta cruzada admirable.
*
Calle de Embajadores, a las doce del día.
Aquí las cigarreras estudian. ¿Qué se hizo de aquellas alegres muchachas
voluptuosas del señor Pierre Louys, del señor Merimée? Frente a mí, cabezas
graves, inclinadas, silenciosas. Algunas parecen arrancadas de una página de
Helena Iswolsky o de un fotograma de Eisenstein; otras no harían mal papel en
los claustros de una Universidad de Munich. Ahora son los relieves profusos de
la portada de San Cayetano los que se nos antojan de un anacronismo
absurdo.
Matilde Muñoz
Crónica, 24 de abril de 1932
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