Dejad los mapas y los cartapacios,
y ese color caído de estudiantes.
Es hora de entregar a los espacios
vuestra imaginación de comandantes.
Ya sois los oficiales de la vida
en esta Sexta División; dorada,
por avasalladora y decidida;
verde, por joven; por hiriente, espada.
Sed, por encima de los meridianos,
las latitudes y los hemisferios
las ametralladoras y los planos,
hombres alegres, pero yunques serios.
El enemigo del herrero ataca,
con una sed armada de invasores,
la región donde vence la albahaca:
marchad al contraataque hasta con flores.
Que nadie os haga nunca prisioneros,
si no es tierra triunfante y española
aconsejada por los limoneros,
la libertad, un sueño de amapola.
No vea entre nosotros ni un vencido,
y que por vuestro arrojo constelado
llevéis al pecho un cielo anochecido
con todos los luceros del soldado.
Porque nadie pondrá más luz en ellos,
para vosotros la mujer y el día
con su vasto dominio de cabellos,
su juventud y su topografía.
Cuando los impotentes cañonazos
detengan los retumbos y las ruinas,
vuestros serán las bocas y los brazos,
y todas las miradas femeninas.
Con vosotros vendrá la primavera
de la herida cerrada y de los panes.
Y ha de alabarse el vientre y la cantera
de donde habéis nacido capitanes.
y ese color caído de estudiantes.
Es hora de entregar a los espacios
vuestra imaginación de comandantes.
Ya sois los oficiales de la vida
en esta Sexta División; dorada,
por avasalladora y decidida;
verde, por joven; por hiriente, espada.
Sed, por encima de los meridianos,
las latitudes y los hemisferios
las ametralladoras y los planos,
hombres alegres, pero yunques serios.
El enemigo del herrero ataca,
con una sed armada de invasores,
la región donde vence la albahaca:
marchad al contraataque hasta con flores.
Que nadie os haga nunca prisioneros,
si no es tierra triunfante y española
aconsejada por los limoneros,
la libertad, un sueño de amapola.
No vea entre nosotros ni un vencido,
y que por vuestro arrojo constelado
llevéis al pecho un cielo anochecido
con todos los luceros del soldado.
Porque nadie pondrá más luz en ellos,
para vosotros la mujer y el día
con su vasto dominio de cabellos,
su juventud y su topografía.
Cuando los impotentes cañonazos
detengan los retumbos y las ruinas,
vuestros serán las bocas y los brazos,
y todas las miradas femeninas.
Con vosotros vendrá la primavera
de la herida cerrada y de los panes.
Y ha de alabarse el vientre y la cantera
de donde habéis nacido capitanes.
Miguel Hernández
El hombre acecha (1938-1939)
No hay comentarios:
Publicar un comentario