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3240. Las sirvientas de Cádiz, bajo la bandera roja y negra



La canción de las brujas

Al lado del fogón, en la penumbra de las cocinas, junto a los patios, húmedos y estrechos, la vida de las criadas es dura y es triste. En el mejor de los casos, cuando no hay ningún trabajo por realizar, las horas transcurren monótonas, llenas de un infinito tedio. A veces, su unidad de tiempo —la semana— es cortada por la visita del lechero, del carbonero o del panadero, o por la carta de la familia, que llega de lugares remotos.,. "Sabrás que el primo Domingo se fué al servicio; tu hermana pasó los carnavales muy mala; mándanos tres duros para hacerle un traje a Paco...'' Otras veces, en la lucha tenaz con las judías que obstinadamente se niegan a ablandarse, o con las alcachofas, decididas a quemarse al menos descuido, las muchachas oyen el susurro cautivador de las clásicas brujas: ''Tú llegarás —musitan las hechiceras en sus oídos—. Tú serás señorita..."  

Los días son desesperadamente iguales. Por la mañana, la visita a la "plaza", donde se pueden cambiar algunas impresiones con las demás compañeras; después, el arreglo de la comida y del "cuerpo de casa": por la larde, otra vez a encerrarse en la cocina a preparar la cena, mientras se recitan las desventuras de una de esas famosas mujeres andaluzas: María Magdalena o María Salomé. Únicamente, el domingo, es como un oasis fragante, lleno de perspectivas agradables, poblado de cabos de infantería, bailes e idilios románticos en los anocheceres urbanos. El domingo es algo parecido a un paréntesis. La vida se reanuda el lunes. El lunes comienza otra vez la batalla con la señorita, con la portera, con los dependientes de la tienda de ultramarinos, que son "demasiado atrevidos"... Confundiéndose con el murmullo de las cacerolas, el lunes las brujas vierten de nuevo en los oídos crédulos su dulce ritornello: "Tú llegarás. Tú serás señorita..." 

Antes todas las chicas de servir escuchaban a las brujas. Hoy ya no. Lo han demostrado éstas de Cádiz, que se acaban de asociar, y entre vivas al comunismo libertario y a la acción directa han ingresado en la C.N.T.


Lejos de Marx

En Cádiz hay, aproximadamente, entre criadas de "cuerpo de casa", cocineras, niñeras, asistentas, etc., unas tres mil mujeres que trabajan en el servicio doméstico. Pero nunca pensaron en asociarse, ni menos en afiliarse al sindicalismo. La nueva Sociedad de Obreras y Obreros del Servicio Doméstico ha sido obra de un camarero del Café Novelty, llamado Crisanto Bravo. 

—Verá usted cómo fué —me ha contado él—. Un día, hace tres o cuatro meses, oí decir a una criada en la plaza de España que a ella su señorita la trataba muy mal y que le hacia planchar hasta la madrugada. "Pero eso os pasa —le dije yo entonces— porque ustedes queréis. ¿Por qué no os asociáis?" Ella me contestó, medio llorando, que si su señorita se enteraba la echaría a la calle. "Bueno, pues entonces busque, sin que nadie se entere, a cinco o seis compañeras y yo me encargaré de formar la sociedad." 

Y así se hizo. El camarero Bravo, viejo militante de la C.N.T., estaba ya curtido en estas lides de organizar sociedades obreras. Reunió a medía docena de criadas descontentas que escucharon atónitas su fraseología sindicalista-anarquista, las convenció, y constituyó con ellas una comisión organizadora. Pero los trabajos de organización de la nueva sociedad, apenas empezados, fraecasaron ante la indiferencia y el temor de la mayoría de las criadas gaditanas. Pasó el tiempo: dos o tres meses. En algunas ciudades españolas —Madrid, Santander, Barcelona, Sevilla—, siguiendo la iniciativa que había partido de Cádiz, las muchachas empezaron a asociarse y fueron afiliándose a la U.G.T. o a la C.N.T. El camarero Bravo siguió sin desmayo sus trabajos de organización, secundado activamente por el grupo de descontentas. Lanzaron un manifiesto, hablaron, convencieron... Por fin, el día 30 de marzo se constituyó la Sociedad de Obreras y Obreros del Servicio Doméstico. Después la nueva Sociedad ha celebrado otras dos reuniones. En la primera de ellas se aprobó el reglamento. En la segunda se decidió sobre la táctica sindical a seguir: U.G.T. o C.N.T. Hacia el marxismo o hacia la acción directa. Por ciento cincuenta y dos votos contra treinta y nueve, las criadas de Cádiz decidieron alejarse de Marx, y con vivas a la mujer libre, a la fraternidad universal y al comunismo libertario, doscientas muchachas de Chiclana, de Medina-Sidonia, de Vejer y de Algodonales, ingresaron en el seno de la Confederación Nacional del Trabajo.


Dieciséis duros de suelo. Jornada de ocho horas... 

Y a estas horas la inmensa mayoría de las señoras de Cádiz están consternadas. Sus sirvientas, en vez de hablar de novios y de trajes, y en vez de cantar cuplés, pasan el día entregadas a vivos debates, en los cuales florecen amenazadoramente frases de significado obscuro: "central sindical", "legislación obrera", "coacciones", "seguro de maternidad", "derecho de huelga"... 

—¿Pero qué es lo que quieren ustedes? ¿Qué piden? —le pregunté el otro día a la vicepresidenta de la sociedad de criadas, que es ya una mujer de alguna edad, llamada Ana Romero. 

—Todavía no tenemos confeccionadas nuestras bases —me contestó—. Pero, en primer lugar, queremos elevar el nivel moral del gremio que ha vivido siempre en la sombra, postergado y explotado, Luego, en las mejoras mínimas que solicitamos, entran el aumento de sueldo —que cada criada gane, como mínimo, de diez y seis a veinte duros mensuales—, la jornada de ocho horas, contínua o alterna, el descanso semanal, la legislación sobre accidentes de trabajo en nuestro gremio y el seguro de maternidad.

Mientras, en toda la ciudad el conflicto entre las criadas y sus señoras es el tema general de conversación y sobre el se hacen cabalas y pronósticos. La Sociedad, que aún no tiene un mes de vida, cuenta ya con más de seiscientas afiliadas. ¿Llegará a estallar la huelga de sirvientas? 


Junta General

He asistido a una asamblea de las criadas gaditanas, convocada para "tratar asuntos generales y al mismo tiempo dar una pequeña orientación sindical a las afiliadas". 

El local, situado en el célebre Barrio de la Viña, en las afueras de Cádiz, es húmedo y reducido. En el testero principal de él, sobre el estrado, hay una bandera, roja y negra, con las iniciales C.N.T. y A.Y.T. a ambos lados, las fotografías de Fermín Salvochea y Galán y García Hernández. En el estrado, detrás de una mesa, se sienta la Directiva de la Sociedad. Debajo, en varias filas de sillas, y de pie, agolpadas en grupos, dos o tres centenares de criadas y asistentas, jóvenes y viejas.

La presidenta toca un timbre. 

—Se declara abierta la sesión —indica—. Tiene la palabra la compañera Ana Romero.

La compañera Ana Romero se levanta, avanza unos pasos hasta la barandilla que limita el estrado y empieza a hablar. La compañera Ana Romero posee una oratoria fogosa, que entusiasma pronto a la concurrencia. Dice que hay que estar unidas para luchar contra la burguesía, que cada paso que dé la Sociedad será un nuevo eslabón roto de la cadena que oprime a las criadas, y que las señoritas están muy equivocadas si creen que ellas son como un vaso de agua que se arroja a la calle. Este símil del vaso de agua tiene mucha aceptación. 

¡Ezo e, ezo e! —grita una voz desde las primeras filas. 

—¿Ahí estál —añade otra. 

—¡Callarseee!... —chilla una de las concurrentes de las últimas filas.— ¡Que no se oye ná... 

Risas, cuchicheos, nuevos vivas, timbrazos de la presidenta, y, por fín, la compañera Ana Romero puede reanudar su discurso. 


Francisco Júcar
Estampa, 4 de abril de 1936 







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