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3364. Castelao y Suarez Picallo

Diputados gallegos en 1931. Suárez Picallo (primero por la izquierda), junto a Rodríguez Cadarso, Castelao, Nóvoa Santos, Vilar 
Ponte y Otero Pedrayo


Castelao, o la personificación de la espiritualidad gallega

Picallo, el marinero que pudo ser senador en América

El triunfo de la democracia ha permitido a Galicia, la de los viejos caciques raposos, traer al Parlamento dos genuinos personeros que garantizan la autenticidad de la recuperación civil en un país sometido casi secularmente a la tutela de los rábulas. 

Pero no es ahora la misión del reportero referirse, ni tangencialmente, a la política gallega, lo que podría herir susceptibilidades. Cúmplele sólo —que este es su principal propósito— relatar, siquiera sea someramente, dos vidas en las que se encierran no pocas enseñanzas. 


La sensibilidad gallega

Galicia tiene tan acusada personalidad, que el mismo Gil Robles, que propugna un Estado totalitario, lo reconoció recientemente. Esta personalidad, antes que concretarse en doctrina política, se manifiesta por la cultura espléndida ya en los siglos XI, XII y XIII, y que tras un período de decadencia, renace en estos últimos tiempos al encontrar el camino de una misión histórica. Y Castelao, escritor y dibujante y político que incorpora a la misión de tal él sentimiento por el que su tierra reacciona ante los problemas vitales, es la individualidad, por decirlo así, de una cultura que tiene un sentido ecuménico, pero fraternal. 

Veamos cómo es la vida de este artista de la política. El nos va a hablar. 

—¿Dónde nació usted? 

—En Rianxo, en 1886. 

—¿Es verdad que fué usted marinero? 

—No; lo fué mi padre, en sus mocedades. Mi origen es humilde, como usted ve. 

—¿Estuvo usted en América? 

—Esperaba la pregunta, porque dicen que no hay gallego que no haya tenido un pleito o haya estado en las tierras colombinas. Como yo no he podido nunca tener un pleito, porque nada poseí, ni nada poseo, tenía que haber estado en América, para no dejar de ser gallego. Ya sabe usted que yo sostengo la teoría de que Colón fué paisano mío, porque fué el primer hombre que a América fué desde España. 

—¿A qué edad fué usted al Nuevo Mundo? 

—A los diez años. Fui con mi madre. A los diez y seis volví a España. Entonces estudié el bachillerato y la carrera de Medicina. ¡Dios sabe con cuántos sacrificios!... 

—¿Por qué no ejerce usted? 

—Pues porque la primera vez que actué como médico me convencí de que no servía para serlo. Me llamaron para un alumbramiento difícil, y fué tal la emoción que experimenté al comprender que de mi falta de pericia dependían dos vidas, que decidí no volver a coger un fórceps. 

—Por fortuna para el arte. 

—No sé. Pero aunque del arte no he podido vivir ni vivo, desde niño me dediqué a embadurnar con carbón las paredes, con lápiz las márgenes de los libros de estudio, cartones después... 

—¿Concurrió usted a algún Concurso? 

—Sí; una vez, «por pasar el rato» más que otra cosa, me presenté en una Exposición Nacional, y me dieron tercera medalla. Lo más copioso de mi labor está en los periódicos. De los de Madrid, donde más veces salió mi firma fué en El Sol. Mis amigos han recogido mis mejores estampas en un álbum titulado Nos. 

Y ahora, un paréntesis en el interrogatorio, para que el reportero pueda decir por su cuenta algo más que unas preguntas. Castelao es, tanto como admirable dibujante, escritor excepcional. Tan racialmente gallego como es, no podía excluirse a lo que es el denominador común de la espiritualidad gallega: al humor. Castelao es un humorista que si no escribiera sus libros en la lengua vernácula, tendría un renombre universal. Sin embargo, tiene obras famosísimas entre los familiarizados con las lenguas hermanas. De estas obras, las mejores son: Cincuenta homes por des reasUn ollo de vidro, Os dous de sempre Retrincos. Entre sus obras de investigación recuerda el reportero Cruces de pedra na Bretaña y Os cruceiros en Galicia, en la que trabaja hace diez años, y para la que ha hecho más de dos mil dibujos. 

También es Castelao fundador de un teatro nuevo, que se amolda al carácter y la cultura de su tierra. Su obra mejor de este género literario es Pimpinela


Film de un marinero gallego que pudo ser senador en América

En gracia a la brevedad, el reportero prescinde de las preguntas y respuestas. Del diálogo transcrito, que haría más extensa esta información, y compendia su interlocutorio con Picallo, este hombre salido de la entraña del pueblo gallego para vocear ante el Estado las aspiraciones de sus hermanos los labradores, marineros. 

Picallo nace en Sada, un pueblecito del litoral galaico, mitad labriego, mitad mareante y pescador como todos los de la costa atlántica. En su niñez empuña el remo y la primera peseta que gana es yendo a la pesca del boliche. A los diez y seis años se va a América, empujado por ese afán de más allá que tienen todos los gallegos enxebres. En la inmensidad bonaerense se encuentra solo y desamparado. Entra de peón en una botica, y luego, en unos almacenes de productos químicos. Más tarde se emplea en un almacén al por mayor. Lo despiden por no acudir al trabajo el día 10 de Mayo. Marcha luego a Montevideo y Brasil, en busca de trabajo, y consume, sin encontrarlo, sus pocos ahorros. Regresa a Buenos Aires, y con un paisano se coloca de vendedor ambulante de dulces que tiene que portar llevando una cesta en la cabeza. Por exceso de trabajo, enferma y pasa unos meses en un hospital. Se emplea luego en la Aduana de Buenos Aires, y la organización obrera de estos empleados le nombra secretario y redactor en su boletín. Por entonces empieza su actuación de propagandista y autor de las reivindicaciones sociales. La Asociación de Empleados Postales le nombra su secretario. Una huelga desafortunada da al traste con todos los avances sociales, y se deshacen las organizaciones societarias. Un acontecimiento que pone a prueba su sentimentalidad étnica lo aleja de la lucha momentáneamente, y vuelve al mar: al mar, donde todos  los gallegos costeros buscan refugio para ahogar su saudade fundamental. Se enrola en la tripulación del vapor argentino Helios como camarero; luego es peón de cocina en otros buques. Se hace después periodista. Funda la revista Celtiga y otros periódicos, que mantienen viva en Sudamérica la llama de la galleguidad.

En 1914 ingresa en las organizaciones obreras bonaerenses y en las Juventudes socialistas de la gran capital del Plata. Es candidato a concejal y diputado. Los comunistas de Buenos Aires lo proponen para senador. Recorre toda la República Argentina fundando Sindicatos. 

En 1917, en la lejana Patagonia resuena por primera vez una voz reivindicadora para los derechos de los hombres que trabajan: es la de este gallego.

En 1926, los obreros marítimos argentinos lo designan consejero técnico de su Delegación en Ginebra.

Al proclamarse la República en España, las sociedades gallegas de Buenos Aires lo diputan como su representante en la Península. Llega a La Coruña, da una conferencia en la Sociedad de Artesanos de esa capital, y al terminar, el auditorio, puesto en pié, lo proclama diputado a las Constituyentes. Victoria electoral. Sobreviene el bienio gilroblista, y otra vez, como cuando llegó casi niño, a la capital argéntina No tiene entonces más que cincuenta pesetas de capital para toda la vida. En tres años se hace bachiller y abogado, a fuerza de matrículas de honor. Durante la revolución de Octubre va a la cárcel. Y de ella sale para venir al Parlamento español como genuino presentante de esa Galicia que tales hombres produce y que hasta ahora fué tan mal conocida. 


Ribas Montenegro
Crónica, 19 de abril de 1936









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