En
la caudal raíz
del
fondo del sepulcro llameante
en
donde el hombre no,
en
donde ardientemente sí que no,
desde
hacia, casi, nunca,
apenas
donde el alma y su uña brillan.
Desde
tus libros y su cráter,
desde
esa flama de tus versos
—lóbregos,
áureos, prístinos—
testimoniase
un niño,
un
surco hambriento estírase,
un
pan de Zurbarán se transparenta.
Una
palabra nace, César, tuya,
de
tu bastón florido en otro bosque,
donde
el dolor nos ama tanto, a muerte,
donde
el poema enclávase y nos mira
un
clavel con tus huesos como escombro,
—un
verso ahincadamente en su atributo—
la
luz y sus diamantes refiriendo,
hablándonos,
hablándonos, hablándonos
hasta
hacernos temblar, llorar, cantar
mientras
que tú nos miras de hito en hito.
Eladio
Cabañero
Cuadernos Hispanoamericanos, Junio-Julio 1988
Homenaje
a César Vallejo
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