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3357. El aviador bárbaro sobre Jaén

El hombre que más nos odia ha cogido un avión bombardero y lo ha cargado con bombas de 100 kilos. Luego, navegando por un cielo cuya claridad es mayor que la del agua, mirando los campos soberbios de olivares, tan redondos y señeros, ha entrado al fin en el cielo de la ciudad... Las calles se extienden delgadas y humildes, con su sol y su brisa de pobreza agradecida a la insólita paz en mitad del horror; entre el halago del clima tibio. Y seguidas, una tras otra, el alemán de cabeza mecánica -con un sitio ridículo para la música wagneriana-, ha lanzado sus bombas. Después, sus ojos azules de frío y de vidrios, se han gozado en la tortura de las calles españolas donde nuestros niños se hacen astillas bajo la locura del hierro con trilita.

Quizá las sirenas del Miedo han sonado cuando ya todo es ruina y muerte. El alemán, piloto al servicio de Franco, da vuelta a su aparato, del que la hélice se ha teñido de sangre morada de crepúsculo ...

¡Qué riqueza de campos, y qué asco de seres ametrallados! Un grave aire musical, la muerte de ISOLDA tal vez, se entromete en la armonía del motor.

... Abajo, los cuerpos se recogen a trozos, los llantos se cortan a rodajas. Pero el cielo está impávido; los gavilanes interpretan sus vuelos. Y el alemán bebe manzanilla con el hielo de sus «Zeïs".


Carmen Conde
Mujeres Libres núm. 11








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