A
Miguel Hernández. In memoriam
Un
hombre está cantando
sobre
la tierra.
Ardiente
el sol le acota
su
pavimento.
Y
bajo la retina de los pinos
frente
al temblor del campo
siento
cómo paloma mensajera
se
vuela el alma.
Canta
el hombre allá lejos
su
rasguño inmortal.
El
sol lo dora
y
un viento suave despliega
por
la montaña. Y yo contemplo
entre
lo que ha crecido
cómo
la tierra es siempre
lo
más hermoso.
Se
vuela el alma sí
deja
el pecho muy hondo
desasistido.
Se
vuela el alma entera
para
volver trayendo
me
digo ensimismado
más
inquietudes.
Se
vuela el alma henchida
de
todo lo que se ve.
Sobre
la parva suave
el
hombre canta solo.
Aquella
leve sombra
canta
en la era
cual
si llorara.
Un
aire fresco
me
trae la voz transida.
Yo
contemplando
bajo
los pinos dulces
donde
se me fue el alma...
Mientras
la tierra apura toda caliente
la
llama azul del cielo.
El
hombre canta
sobre
su pavimento de asteroide
entre
sus mulas negras.
Van
y vienen
por
los olivos aves
y
pasan raudas
sus
sombras diamantinas.
¿Hay
silencio?
Hay
frenesí o silencio.
Las
labores:
¿Tienen
un lento acaso
claro
oscuro
que
me entorna los ojos?
Entre
el hervor crispado
de
las cigarras
brilla
la plenitud
y
aquel rodar paciente
de
animales
en
el redondo círculo
de
fuego. ¿Cuánto dura?
Más
que dormirme.
Aún
oigo a algunos pájaros
fugaces
lo
que no entiendo.
Aún
palpita en el ámbito
un
postrero
fulgor
de la mañana.
Y
todo se reduce activamente
cual
breve engaño
a
tejer y a morir
a
cantar y a sufrir,
a
no sé qué: a vivir.
Juan
Gil-Albert
Homenaje
de los Pueblos de España a Miguel Hernández 1976-2010
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