El capitán Cortés en el hospital de campaña en Viñas de Peñalana - Foto Altavoz del Frente - Crónica, 30 de mayo de 1937 |
La traición
A
mediados del agosto pasado, cuando en las provincias ocupadas por el fascismo
se cumplía un mes de asesinatos y traiciones, cuando la guardia civil que había
entre nosotros nos engañaba, mataba y escapaba, una autoridad con rasgos de traidora
envió la más considerable parte de la benemérita de la provincia de Jaén a
los edificios descritos. ¿Qué sucedió? Lo que el pueblo presentía. Mas de quinientos
guardias había repartidos entre el Santuario y Lugar Nuevo con el comandante Nofuentes.
Doscientos que salieron de allí para el frente de Córdoba, doscientos que se
pasaron a las filas facciosas. Requerido Nofuentes para que acusara su adhesión a
la República y la de los que, con él y las familias de todos ellos, se
trasladaran a la Sierra, el comandante ofreció lealmente sus servicios y
los de sus subordinados a las autoridades gubernativas. Pero, cuando
regresó al, desde poco tiempo antes, cuartel de Sierra Morena, cuando
expuso su lealtad de seguir adicto al régimen republicano, el capitán Cortés,
que ya había concertado la traición con veinticinco guardias, encerró a
Nofuentes, se impuso al resto de las fuerzas armadas de la Sierra y se
declaró en rebelión.
Ese
resto de fuerzas al que se imponía Cortés, era un número de cerca de trescientos
hombres. Viejos unos, excesivamente prudentes o cobardes otros, cazurros los
más, no se atrevieron a condenar la traición de Cortés, y, si hubo alguno que se
atrevió, pagó su atrevimiento con la vida. Los curas que convivían con los traidores,
haciéndolos confesar y comulgar entre matanza y matanza, salvaban su responsabilidad
de religiosos cumplidores del quinto mandamiento de la ley de Dios con
"¡Él le haya perdonado!"
La
ira del pueblo
La
guardia civil ha dejado un rastro negro y rojo por donde ha pasado, que ha
sido por los campos y las aldeas de España. No hay hueso de trabajador que aun no
esté condolido de los apaleos constantes a que le sometía el burgués por medio de
los beneméritos verdugos. Hombres honrados ha habido entre ellos, es indudable. Por
inconsciencia, ignorancia o necesidad ingresaron en el Cuerpo y mantuvieron su honradez
a costa de sordas luchas con sus compañeros de profesión y de duros castigos y
persecuciones de sus jefes. Pero estos hombres eran gotas de agua pequeña en
medio de inmensos fangares, y el pueblo siempre ha tenido sus espaldas
señaladas por las botas, las culatas y la ferocidad de casi todos
ellos.
Darse
cuenta los hombres populares de la provincia de Córdoba y Jaén de la traición
de la guardia civil de Sierra Morena, lanzar un grito de indignación, de nobleza
engañada, y salir de sus hogares contra ellos todo fue uno. La guerra andaba prendida
por toda España. Faltaban fusiles en nuestras manos, y en Andalucía particularmente.
Las escopetas, los trabucos de un siglo, las hondas y la dinamita jugaban por
los campos andaluces los papeles más importantes. Un grupo de escopeteros, que había
manejado poco, o que no había manejado jamás las armas de fuego, mineros, gañanes
y pastores en su mayoría, se internó en la Sierra, tratando de reducir al cabecilla
Cortés y sus secuaces, certeros tiradores entrenados en la caza del jabalí y el
jornalero. La serranía comenzó a cubrir sus hondos silencios de detonaciones,
que rebotaban y aullaban contra las resonantes dentaduras de la piedra.
Zarzales y Jaras recibían a diario el peso del cuerpo que cae para siempre,
y eran nuestros hombres, no
los guardias civiles, los que caían, con un balazo que por casualidad, no
les atravesaba
la cabeza. Los magníficos tiradores se escondían entre las malezas y cuando
el torpe escopetero, ingenuo, se le acercaba a pecho descubierto, disparaban y
aparecían riendo como solo pueden reír los verdugos.
¿Quiénes son los héroes?
Nuestros
frentes de Andalucía se han mantenido casi indefensos hasta hace dos
meses. Ni un tanque, ni un aeroplano, pocos hombres y menos fusiles durante
ocho meses de guerra cruda. La aviación fascista ha operado a placer
contra los andaluces, se ha cebado en ellos por mandato del general de las
bodegas. Andújar ha sido acometida por las bombas italianas y alemanas
infinidad de veces. Los escasos hombres que teníamos frente a los rebeldes
del Lugar Nuevo y el Santuario eran víctimas constantes de la metralla. Sin
guaridas, a campo descubierto, han visto transcurrir el invierno en las
trincheras y han recibido en su cuerpo las lluvias y los vientos inclementes de
Sierra Morena. Sin ninguna preparación militar luchaban contra hombres curtidos
en el tiro y en la disciplina férrea con desventajas de terreno y de armas, dominados
por las ametralladoras y las miradas de la banda de Cortés, emplazadas en las
alturas de Cerro Chico y el Santuario.
¿Quiénes son los héroes? Entiendo por heroísmo un movimiento del corazón que
arrostra el mayor peligro por defender y salvar desinteresadamente algo que
ocupa lugar en la pureza de sus sentimientos. A los guardias civiles de
Sierra Morena se les puede considerar valientes, pero, para ser héroes,
andaban demasiado manchados de sucios intereses. Se rebelaron recelosos y
temerosos de la justicia popular que, más temprano o más tarde juzgaría y
liquidaría su organización de villanos, y se han defendido por
desesperación. Los héroes son los hombres que les han atacado por espacio de
varios meses con escopetas y con el solo deseo de acabar la lucha para regresar
al digno arado, a la vida sencilla. El héroe actúa por un impulso generoso, no
por una mala pasión, aunque sea sin armas. Estos que han luchado contra los de Cortés
representan al héroe
Se prepara la rendición de los rebeldes
El
cerco verdadero se lleva a cabo a mediados de abril. Soldados de la 16 Brigada
Mixta, con su comandante Pedro Martínez Cartón, operan frente al Lugar Nuevo, que
cae en nuestro poder con suma facilidad. Los guardias residentes en dicho monasterio
huyen con sus familias al Santuario, abandonando fusiles y pistolas en abundancia.
Se acaba el veraneo. Ahora sí que puede designarlos Queipo con el nombre
de sitiados. Porque lo son efectivamente, insiste en sus bombardeos
sobre la población civil de Andújar, y se apunta trescientas víctimas en
la de Jaén.
Pedro
Martínez Cartón extiende son sus hombree las trincheras hacia Cerro Chico
y el Santuario. No pasa noche que no venga la aviación fascista a bombardeamos en
las trincheras, ni pasa día que no tengamos alguna baja, con herida en la
frente, por lo general. Los soldados se doblan muda, serenamente bajo los
disparos de los enemigos, que meten las balas por las troneras.
Del
lado de Cortés se produce una desbandada lenta. Desde los mediados de abril
basta el primero da mayo en que se toma el Santuario abundan las deserciones de
guardias civiles con hijos y mujer. Por medio de un altavoz se les incita a rendirse
a todas horas. Una tarde aparece una mujer con los brazos extendidos junto al recinto
del Santuario.
—¡No tiréis, compañeros ! ¡Voy con vosotros!
Un
civil le hace un disparo, dejándola con la palabra en la boca y el cráneo destrozado.
Por
los evadidos sabemos que otra mujer que quedaba viuda allí mismo pidió harina
para alimentar a un hijo de un mes, y se la negaron diciéndole que la harina se
reservaba para enfermos y heridos. Escasean los víveres. Son más de mil
estómagos los que piden pan. El cabecilla no quiere quedarse sin
provisiones, y se las niega a las más débiles criaturas. Los curas tratan
de levantar el ánimo del elemento femenino con relatos de milagros, con
sermones, pero ellas desean en el fondo de su alma abandonar el Santuario,
y se pasan los días y las noches apiñadas, con los hijos hambrientos, en
el sótano del reducto.
Por
el altavoz se les ha leído el decreto del 8 de abril, que asegura la vida,
la libertad de cuantos se incorporen a nuestras filas desde que apareciera. El Comité
Internacional de la Cruz Roja manda dos delegados para proponer a Cortés la
evacuación de mujeres y niños, negándose el mismo a ello bajo una serie de condiciones
inaceptables. Varios representantes de la religión católica que se encuentran
entre nosotros les hablan con el mismo fin, y obtienen idénticos resultados. Cortés
quiere continuar parapetado en la debilidad de la masa de mujeres y niños que
tiene consigo como en un bloque de piedra más, con la esperanza de que Queipo decida
un día la prometida liberación. Pero quienes habían permanecido hasta entonces
con él no se mostraban tan optimistas y el que conseguía escapar a su estrecha
vigilancia pasaba a nuestro campo y el que no caía de bruces mal herido en el intento.
Miguel
Hernández
Frente
Sur (Jaén), 13 de mayo 1937
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