Para los que no tuvieron ni tienen la suerte de asistir a un encuentro con el enemigo, no tendrá ningún valor el encuentro sostenido el martes último entre el «Canarias» y nuestra Flota, y muy especialmente con nuestro Crucero «Libertad». Hasta es muy posible que haya amigos que en la retaguardia se extrañen y pongan en duda el valor de nuestros hombres. Encontrarse con el «Canarias» y no hundirle —dirán— demuestra que nuestra Flota carece de valor combativo.
Sin embargo, señores críticos, hay valor combativo y
si no le echamos a pique, no fué porque el «Libertad», seguido de los
Destructores, no avanzase sobre él.
El «Libertad», es menor que el «Canarias» y cruzando
con él más de doscientos proyectiles, avanzó resueltamente con toda su máquina,
en tanto que el gigante pirata que se creyó vérselas con cobardes, retrocedió y
escapó al amparo de su velocidad.
En los dos combates de mañana y tarde, fué el enemigo
el que huía, pidiendo auxilio a su aviación que atacó por dos veces a nuestra
Flota.
Cierto, que el gran pirata no es, ni mucho menos
enemigo despreciable, pero en modo alguno es enemigo que asuste a quienes como
nuestros marinos saben que su deber es vencer o morir por la libertad de
España.
Cuando el Comisario del «Libertad» y nuestro Comisario
general recorrían los montajes, a el grito de ¡Viva la República!, resonaba en
todos los pechos rivalizando entre toda la Dotación para que el proyectil y la
pólvora no faltasen un instante.
Al caer los primeros proyectiles del «Canarias» cerca
del «Libertad», se izaba en nuestro gallardete la bandera de combate —la
hermosa insignia de la libertad por la que lucha la España leal— y la emoción
culminó cuando un sencillo marinero, un timonel del Estado Mayor, gritó:
«¡Rómpete pero no te rindas!».
Con razón pudo decir nuestro Comisario general, al
presenciar y alentar el entusiasmo de todos; ¡Con hombres así, se va al final
del mundo! ¡Que importa morir, si se muere con el aliento de los que saben que
luchan por la causa mayor del mundo, que es libertad de todos!
El pirata, para centrarnos mejor, no tuvo la gallardía
de izar su bandera monárquica, presentándose sin ella para confundirse mejor
con los de tipo igual al suyo, italianos y alemanes, apareciendo más tarde
oculto en la inmensa bruma. No le hemos hundido ¡es verdad! pero, que conste
que el «Libertad», el hermano del «Cervantes» —acordaos, camaradas y amigos del
«Cervantes» como nosotros os recordamos—, no le huyó al gran pirata, que se
alejó, al fin, corriendo a toda máquina.
Ni él ni sus aviones, que atacaron durante todo el día
a los barcos de la Flota, pudieron restar en nada el valor y coraje de nuestros
hombres.
Nuestros destructores con sus Dotaciones, estuvieron
con el mismo entusiasmo, y si el ataque de éstos no pudo llevarse a cabo, fué
porque el pirata mantuvo siempre la distancia lejos de tiro de aquellos.
¿El Méndez? Estuvo en su sitio con el mismo deseo y el
mismo espíritu combativo que todos, y si el «Canarias» en vez da sostener
la distancia, hubiese acortado ésta como quiso el «Libertad», los cañones del
«Méndez» hubiesen vibrado también al compás de su Dotación, que saludaba desde
el viejo buque a los hombres del «Libertad».
El «Lepanto» —no lo recordamos bien— al terminar el
combate dió una vuelta al «Libertad», y con su bandera de combate en alto
rindió homenaje a la Capitana, hermano mayor hoy de la Flota, dándose de barco
a barco los vivas a la República y al valor de sus marinos. Era el saludo del
Jefe de la Flotilla de Destructores, que, en el «Antequera», quería acercarse
al «Canarias», que corría más que ellos y que como prueba de unión, de emoción
y de respeto, mandaba por el «Lepanto» el abrazo de los Destructores al Mando
de nuestra Flota.
Los facciosos han dicho por radio que en el combate
con el «Canarias», éste hundió a los «rojos», pero aunque su ataque fué a
traición, con aviación y hasta con torpedo, pues uno de sus aparatos arrojó un
torpedo a uno de nuestros valerosos Destructores, no tuvimos ni una baja, y de
no haber sido tan cobardes y tan traidores los piratas, es posible que los
hundidos hubiesen sido ellos. No obstante ¡ya nos veremos de nuevo!
No queremos terminar estas líneas sin hacer constar
que las Dotaciones estuvieron plenas de moral y de disciplina, y los Mandos,
algunos de ellos rebasando con creces su deber, acarreando hasta proyectiles.
El Jefe de la Flota, que en el puente del «Libertad»
dirigía el combate, puede estar satisfecho de su Estado Mayor, así como del
mando del buque, que además de mostrar una gran serenidad se multiplicó
constantemente en el cumplimiento de su deber, al igual que en los demás
barcos; y si existió algún cobarde, que lo ignoramos, está más que superado por
el valor de los demás, que anhelan un nuevo combate en el que el «Canarias»,
ese gran pirata que robaron los fascistas, no escape como esta vez, y veremos
quién vence a quien.
¡Viva la Flota de la República!
iViva la independencia de España!
La Armada, órgano oficial de los marinos de la
República
Cartagena, 11 de septiembre de 1937
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