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3424. Eulogia Herrera, maestra y alcaldesa de Robledillo de la Jara (Madrid)

Robledillo de la Jara es un pueblecito muy pobre, muy gris. Está situado cerca de la presa El Villar, por Lozoyuela. Si quieren, ustedes más datos les diré que no le separa ni una legua de ese extraordinario pueblo que se llama Cervera de Buitrago, donde los vecinos tienen seis o siete dedos en cada mano y en cada pie. 

La alcaldesa se llama Eulogia Herrera.

De alcaldesa sólo lleva unos días. De maestra, treinta y dos años... 

¡Treinta y dos años enseñando a leer a los zagalines de los pueblos españoles! En Rozas de Puerto Real conoció a los hijos de sus primeros párvulos: ¡diez y siete años nada más! Luego, de una aldea a otra, ha venido a parar a este pueblecito medieval, dispuesto a asomarse al siglo por una carreterita que le van a terminar un día de éstos.

—¿Le sorprendió a usted el nombramiento? —le he preguntado. 

—Sí que me extrañó. Un día vino el alcalde y me dijo: "Señora maestra, ahora el alcalde es usted." Creí que era una broma. Pero luego ví que se pegaba un papel en la puerta de la escuela, que es al mismo tiempo Ayuntamiento, en el que yo aparecía como presidente de una Comisión gestora. "Bueno — le contesté— seré alcalde o lo que ustedes quieran. "

—¿Y qué va a hacer usted? 

—¿Yo?... Nada; ¿qué quiere usted que haga? 

—¿No hay parados? 

—Aquí no hay nada de eso. Todos tienen un pedazo de tierra, del que viven no muy bien. Pero como no hay nigún rico, los pobres no se dan cuenta de que lo son. Además, aquí apenas circula el dinero. Se cambian cosas: huevos con trigo, o gallinas con ropa.

 —¿Hay partidos en el pueblo? 

—¿Partidos? ¿De qué? 

—Pregunto si hay socialistas. O radicales. O agrarios... 

—No, no...; ninguno. 

Poca labor pesa sobre la alcaldesa de Robledillo de la Jara. Pero mucha sobre doña Eulogia Herrera, maestra, madre de cuatro bellas muchachas, que pretenden ir muy a menudo a Madrid, sin asustarse de las cinco horas de caballería que son necesarias para alcanzar la carretera, y de un niño de catorce años, para el que ya resultan estrechos esos ásperos horizontes de la serranía castellana.


L.G. de L. 
Estampa, 11 de febrero de 1933







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