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3427. Funerales a Mola

Entierro del general Mola en Burgos, 1936 - Foto. BNE


Magnífico día de primavera el domingo 6 de junio. No sabemos cómo emplearlo para dar rienda a nuestro dolor: estamos muy afligidos por la muerte de Mola. ¿Qué hacer para remediar nuestra desdicha? Nadie lo sabe; nadie tiene una iniciativa para calmar nuestro espíritu y llevar a nuestro corazón el consuelo necesario.

Ya está. Ha surgido una idea: vamos a celebrar un funeral por el alma del faccioso general. Inmediatamente se empiezan los preparativos para el acto. ¿Cuántos somos? ¿Quiénes somos? Quince, veinte... Todos somos artistas: el que no canta baila y el que no baila hace una ensalada; pues adelante.

Nos encaminamos a la calle de Londres, y en un hotel que hay bajando a la izquierda, comenzamos nuestra piadosa obra.

Contamos entre los reunidos siete cantadores, tres tocadores y varios bailadores; veinticuatro lechugas y media arroba de vino, y un plantel de chicas guapas, que dan un tinte de alegría al funeral. Aquí parece que se desea la muerte de todos los cabecillas traidores.

Ya estamos allí, y uno de los reunidos quiere amenizar la función con un discurso. Todos lo aprobamos, y el orador empieza:

Camaradas: una desgracia nos reúne en la tarde de hoy: ha muerto el traidor y criminal Mola y hoy nuestros pechos tienen que sufrir esa contrariedad, pues para todos nosotros hubiera sido una satisfacción el haber podido tomar café —que por cierto ya debe estar echado a perder el que él pensaba tomar en la Puerta del Sol-,y haberle hecho unas «caricias» al «simpático» general; pero la muerte traidora nos lo ha arrebatado sin concedernos ese placer, y todos estamos enfadados con la señora de la guadaña, a la que pedimos, con el puño crispado, que nos deje coger con vida al canalla de Franco, para que nos pague los crímenes que está cometiendo con el pueblo español.


Semanario Democracia Artillera
Brigada de Artillería de la 2ª División
21 de junio de 1937






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