Dije en las Cortes, cuando se discutía el famoso artículo 24 de la Constitución: “Hay monjas confiteras, reposteras, pasteleras, planchadoras, confeccionistas, comadronas y no sé si hasta amas de cría. Hay frailes chocolateros, aguardenteros, licoreros, taberneros, fondistas; y no pocas órdenes religiosas han convertido los históricos santuarios, erigidos por la hispana piedad, en “meublés” y casas de citas, adonde llevan las mecanógrafas y las institutrices que corrompen los ricachos de Madrid y de Barcelona.”
En el Diario de Sesiones quedó eso y nadie lo ha movido. Ni lo moverá, porque esa verdad es una mole que pesa más que el abad de Montserrat cuando sale del refectorio.
El intrusismo monacal y clerical no afecta sólo a las industrias, comercios y actividades que especifiqué en el Congreso. Abarca muchísimos ramos más.
Hay que advertir que esos y otros trabajos no los realiza la clerecía directamente. Explota dichos negocios valiéndose de legos, motilas y mandilones o marmitones, de huérfanos y devotados de ambos sexos, que no son más que obreros a los que se alimenta, viste y aloja de cualquier modo y no se les paga el jornal.
Hay que organizar enseguida un sindicato de sacristanes, monaguillos, mandaderos, novicios y fámulos de casas religiosas, para defenderse de la avaricia de la Iglesia.
No sólo defrauda ésta al Estado, a quien no paga contribución alguna; a los obreros, a quienes resta trabajo; a industriales y mercaderes, a quienes pisa los negocios e invade el terreno, sino que roba a los maestros, a los médicos y a los abogados.
Las tres cuartas partes de los niños de España los moldea el clero a su gusto en deformatorios mal llamados escuelas servidas por dómines zafios y antipedagógicos.
Los hospitales, jurisdicción propia de la ciencia médica laica, los controla todos la caridad, o sea bigardos ensotanados, con menos conocimientos y cultura que una cocinera.
Pero a quienes usurpan los sacerdotes más funciones es a procuradores y abogados.
Los curas administran fincas rústicas y urbanas, redactan contratos, dictan testamentos, arreglan matrimonios. Desde los confesionarios se dirigen más hogares que desde los bufetes y estudios jurídicos.
En fin, que España entera es un inmenso beaterio.
La República ha de aseptizar, fumigar y desratizar el país, o en cada pueblo habrá que empuñar de nuevo la tea purificadora o hacer lo que en La Solana.
Ángel Samblancat
La Traca núm. 109, 17 de junio de 1933
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