Entre las personas que entran
de golpe y hondo en la vida de uno cuento a Pablo. Nos enfrentamos por primera
vez una noche de hace más de dos años. Acabábamos de llegar a Madrid, él con
polvo en la frente y los talones de la India, yo con tierra de barbecho en las
costuras de los pantalones. Yo me sentí compañero entrañable suyo desde los
primeros momentos. Hemos vivido muchas horas buenas juntos, en su casa, en la
de Vicente Aleixandre, con Federico García Lorca, con Delia, con Maruca. Lo he
visto sufrir, y ha compartido conmigo su pan y sus sufrimientos y los de cada
uno, y he compartido con él los tiempos decisivos de mi poesía. La suya ha sido
una profunda enseñanza y una profunda experiencia para mí.
Llega a América, de Chile. donde nació (creo que el 12 de julio de
1904), con una voz tan ancha, tan intensa, de tanta altura que el continente
americano logra en él su clamor más propio de estos últimos tiempos. España se
honra cuando la pisa con su pisada de caballo vago. Pablo recorre
los horizontes de España con su mirada lenta y se siente amarrado con raíces y
hombres a la gleba febril que reluce con sus pies de animal ensimismado y
errante.
Poca poesía como la suya nos deja ese sabor a tiempo y a muerte
que sobrecoge. Poca poesía como la suya tan penetrada de una vida que ama
dolorosa y airadamente: tan palpitante del ímpetu de las pasiones del hombre.
Emocionado de tristezas siempre, clama, y siempre es un clamor que conmueve
como un terremoto, que se clava en los huesos.
Poeta clásico es aquel que da una solución a su vida y, por tanto,
a su obra. Romántico aquel que no resuelve nada ni en su obra ni en su vida.
Neruda no se impone a sus pasiones, canta bajo la imposición de ellas
desenfrenadamente. Tiene como todo poeta, clásico o romántico, vicios poéticos.
Uno de ellos es el de que se entrega con frecuencia a la lógica interna,
antinatural, sin respeto para la lógica natural del que le escucha. Impudor
poético, vicio romántico: hablar de lo más íntimo, de lo que solo pertenece a
unos cuantos seres queridos, en público. Publicar dolores, desgracias, con
demasiado desenfado. Inconsciencia poética: no perdonar imagen ni objeto que se
le viene al paso.
Migel Hernández
Junio de 1936
La obra completa de Miguel Hernández, 2017
La obra completa de Miguel Hernández, 2017
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