La carta que transcribimos a continuación
fue leída por Alba Roza Santos (Albuxa) el pasado 27 de enero de 2024 en el acto de homenaje y colocación de stolpersteine a
los cuatro redondelanos deportados al campo nazi de Mauthausen, organizado por
el Concello y el Colectivo Republicano de Redondela.
*
En primer lugar, agradezco que se
rinda un homenaje y se recuerde a Olimpio Míguez, socialista que luchó por la
libertad. Nadie se merece terminar en un campo de concentración y exterminio
como Mauthausen. Nadie. Nadie de ninguna ideología, raza ni religión. El
tampoco se lo merecía y terminó allí, junto a cientos de españoles. Ellos y
otros miles de españoles asesinados y fallecidos en campos de concentración
nazis fueron enterrados, además de silenciados, obviados y denostados por la
dictadura, e incluso silenciados por sus familiares. Para muchas familias, el
silencio fue la única vía para sobrevivir y pasar página durante el franquismo
e incluso hoy en día.
Deseo hacer una introducción para
que sepáis cómo conocí la historia de Olimpio, hermano de un tío de mi padre.
Soy descendiente y familiar de
represaliados gallegos y vascos. Algunos de mis antepasados fueron
encarcelados, torturados, humillados y silenciados. Además, un hermano de mi
abuelo paterno, de Cangas, fue asesinado en diciembre de 1936 en Zestafe
(Álava).
Llevo años recopilando información y
testimonios sobre los hombres de Porto do Son que fueron a la guerra desde
Trintxerpe, como mi abuelo materno, un marinero sonense afiliado a la CNT.
Un día, desempeñando esa labor, la
hija de un anarcosindicalista me enseñó una carta que le envió su padre en los
años 40, a través del Bar España, que habían regentado un primo y un tío de mi
padre, a su vez hermano de Olimpio. Parece ser que la familia del sonense se
comunicaba con él a través de cartas que enviaban a dicha tasca. Me sorprendió,
ya que, quizás por el nombre del bar y mi desconocimiento, yo asociaba la tasca
con el bando franquista. A veces hacemos conjeturas erróneas desde el absoluto
desconocimiento de la realidad.
Por curiosidad me puse a indagar y
encontré información sobre Ramón y Olimpio Míguez Pazos. También leí que el
nombre del bar había sido impuesto por el régimen franquista y que antes se
había llamado Flor de Galicia.
Me aterró saber que había fallecido
en Mauthausen, ya que sabía algo sobre el campo por medio de varios libros que
tenía sobre Francesc Boix, conocido como el fotógrafo de Mauthausen.
Volviendo al acto de hoy, me llena
de emoción y me reconforta el hecho de que, a nivel mundial, se conmemore a
Olimpio Míguez y a todas las personas que fueron víctimas del horror nazi. Las
plaquitas visibilizarán a estas personas silenciadas e invisibilizadas durante
décadas.
Desde San Sebastián, envío mi más
sincero agradecimiento a los historiadores y a todas las personas que están
desenterrando la historia de personas de a pie que, como Olimpio fueron
víctimas del genocidio nazi.
Karmele Soliño
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