“El general Miaja no era una figura popular ni siquiera conocida, pero el 6 de noviembre, el Gobierno de Largo Caballero se trasladó a Valencia ante el peligro inminente en que se hallaba Madrid, y el general Miaja, en calidad de jefe militar de la plaza, asumió el mando civil y militar de la capital de España. Los facciosos estaban seguros de entrar en Madrid aquel mismo día. Hubo que organizarlo todo y se constituyó una Junta de Defensa –todos sus miembros eran civiles y jóvenes- que presidió el propio general Miaja. Y se hizo ese milagro de bravura que la historia registró. No lo hizo solo el general Miaja, pero a él cabe la gloria de haber dirigido la defensa con clarividencia y serenidad. Él eligió, entre los militares más capaces y leales, su Estado Mayor; él estuvo presente, aquellos días históricos, en las primeras líneas de la Casa de Campo; él reafirmó el espíritu indomable de Madrid con su ejemplo. Si Madrid resistió cuantas veces se le dio por conquistado se debe a este hombre de virtudes excepcionales”. José Gomis Soler
Entrevista
al General José Miaja Menat, realizada en Radio Nacional de México en 1942 por
José Gomis Soler.
Resuelto
el pueblo madrileño a sucumbir entre escombros antes de consentir al
nazifascimo, capitaneado por Franco, apoderarse de la Capital de la República
española, ¿cómo aprecia usted la intervención de los factores populares que
dieron origen a esa heroica actitud?
La actitud del pueblo en la
defensa de Madrid tuvo resultados definitivos. El pueblo supo apreciar la
importancia que para nuestra causa tenía la defensa de la capital y dio un
ejemplo al mundo de lo que puede la decisión de vencer. El pueblo español sabía
que tenía razón, y luchaba denodadamente contra sus enemigos nacionales y
extranjeros. Ninguna consideración de orden internacional pudo evitar que se
batiera fieramente en defensa de sus legítimos derechos. Decisiva fue aquella
actitud heroica. Sin vacilaciones, con espíritu inquebrantable, el pueblo de
España, en aquellos días de la defensa de Madrid, como en la defensa de todo el
territorio patrio, gritó al mundo que los totalitarios no eran invencibles y
que, contra sus procedimientos, el recurso era luchar con fe. La ciudad de
Madrid, sin aquel espíritu y aquel afán de triunfo, hubiera caído en manos del
enemigo y el milagro de su defensa no se hubiera podido realizar.
¿Cómo
encontró usted a la gran ciudad en lo que a fuerzas se refiere, al hacerse
cargo de la plaza, con el enemigo a la vista, el 6 de noviembre de 1936?
La propaganda fascista ha
tratado insistentemente de hacer creer al mundo que si no había tomado Madrid
era debido a que contaban con inferioridad de elementos. Yo no sé si alguien se
lo habrá creído. No tomaron Madrid porque había un pueblo dispuesto a morir
antes que entregar la ciudad, ¡y ellos no esperaban esto! ¿Con qué medios
contaba para llevar a cabo la defensa? Casi nulos. Madrid no tenía más defensa
natural inmediata que el río Manzanares. Aunque de poco caudal, nos fue muy
útil gracias a su canalización. La población levantó el adoquinado de las
calles que podían constituir el acceso del enemigo, construyó barricadas de más
valor romántico que militar, hasta el punto de que muchos de estos improvisados
parapetos –símbolo de la voluntad de defensa– hubieron de ser derribados por
compañías de zapadores, pues su emplazamiento los hacía contraproducentes. Esto
y los edificios de la ciudad eran las únicas fortificaciones de Madrid. Al
hacerme yo cargo de la defensa desconocíamos la situación y la fuerza de los
enemigos, así como la línea exacta ocupada por nuestras fuerzas. Los
combatientes republicanos venían retirándose ante la enorme superioridad
enemiga, hasta llegar a la ciudad de Madrid, donde había de suceder lo
inesperado para los fascistas.
¿Disponían
ustedes, general, del armamento suficiente para la defensa?
Sobre los pertrechos de
guerra, nuestra situación no era muy halagüeña. Como prueba de la escasez de
armamento ahí quedaron estas palabras textuales, y elocuentes, del acta
levantada en la primera sesión de la Junta de Defensa, cuya presidencia
desempeñé: “Expuso el presidente la situación que se encontró la noche
anterior, al tomar el mando de las fuerzas que pusieron a su disposición, cuya
cuantía no era posible conocer, ni tampoco su situación, pues únicamente se
tenía referencias de las columnas Barceló, Galán, Escobar, Mena, Bueno y
Líster. La capacidad combativa de estas fuerzas a disposición del mando era
poca, pues se habían empleado todo el material y en el Parque de Artillería contábamos
con munición para tres horas de fuego. De munición para el máuser español
teníamos unas cien cajas. También contábamos con siete ametralladoras y algunos
otros efectos.
¿A
qué atribuye usted, señor general, su identificación, tan completa, con el
espíritu de resistencia de los madrileños; y la obediencia llena de respeto y
de cariño con que le secundaron en la prolongada lucha?
Yo procuré cumplir con mi
deber, dentro de los más estrictos límites de la equidad y justicia. Traté de
que en todo momento la situación de los combatientes y de la población civil
fuera lo mejor posible, dentro de las naturales incomodidades que ocasiona una
lucha armada. El pueblo confió en mí como yo confié en él, y la identificación
fue tal que en veintiocho meses no se suscitó en Madrid el más mínimo conflicto
de orden público.
¿Y
cómo supo usted conservar y vigorizar el espíritu combativo, lleno de confianza
en el mando suyo, de todos los habitantes –excepto los quintacolumnistas, claro
está– de la capital asesinada?
No se puede hacer distinción
de partidos. Todos se portaron a la altura de las circunstancias; entre ellos,
desde luego, los comunistas. Todos los partidos y organizaciones afectos a la
Republica mostraron su decisión de luchar con firmeza en la defensa de Madrid,
que era la defensa de España. Al ser rechazados, un día tras otro, los ataques
directos a la ciudad, la moral de los combatientes republicanos se elevó
notablemente. Desconcertado el enemigo, desistió del ataque directo, intentando
entonces, en diversas ocasiones, cortar nuestras comunicaciones con la región
levantina para completar el cerco a la asediada ciudad. Fracasadas también las
ofensivas lanzadas con ese objetivo, la moral del pueblo madrileño,
combatientes y población civil, se elevó a alturas insospechadas.
¿Concede
usted importancia decisiva al intervencionismo armado de Italia y Alemania en
la contienda española y en su resultado?
Sí, tuvo una importancia
decisiva. Al abortar el levantamiento en las principales ciudades, el Gobierno
de la República contaba con las regiones más ricas de España. El papel de los
rebeldes era el de asediados sin esperanza. Córdoba, Zaragoza, Huesca, Teruel,
Oviedo y otras ciudades estaban sujetas al acoso inmediato de las fuerzas
republicanas. Pero la ayuda de las potencias nazifascistas no tardó en dejarse
sentir. Cuanto necesitaban los rebeldes para una nueva ofensiva lo obtenían
inmediatamente, sobre la hipoteca a la soberanía nacional: esos cinco millones
de liras que Franco adeuda a Italia hablan por sí solos. El Comité de No
Intervención ayudó a cometer esa monstruosidad contra la República Española.
Hoy, uncida España al carro del Eje, los lacayos de Hitler en el poder pagan
sus deudas con todo lo que en el país hay de útil y con la sumisión más
absoluta. Al lado de esa ayuda italo-germana recibida con la complicidad de los
Gobiernos que tenían la obligación de ayudarnos, no tuvimos más apoyo que el de
los voluntarios de las Brigadas Internacionales y el de Rusia y México. La
distancia hizo que no pudiéramos recibir la ayuda con la rapidez con la que los
sublevados tenían la suya.
¿Cómo
ve usted la guerra europea y la postura de España en relación a una posible
solución democrática?
Tal vez parezca machaconería
insistir en que la guerra de España fue el preludio de la contienda actual:
pero sobre este punto todo lo que se insista será poco. Tenemos la suerte de
encontrarnos en un país que desde el primer momento se colocó en postura de
dignidad absoluta. El general Lázaro Cárdenas, presidente de México, con gran
visión de la política internacional se dio cuenta inmediatamente del verdadero
significado de la lucha en nuestro suelo y comprendió que al defender las
instituciones democráticas en España, defendiendo a España, defendía las
instituciones democráticas de México, esto es, defendía a México. El verdadero
carácter de la guerra de España, para nosotros tan evidente, no lo fue tanto
para otros gobiernos que prefirieron esperar a que empezara a arder su propia
casa para acudir a apagar el fuego. Los hechos demuestran nuestra razón. La
voracidad de los totalitarios, que no tiene límites, se vio azuzada por la
indiferencia suicida de los que estaban obligados a poner un dique a aquella
avalancha de barbarie que pisoteaba a un país libre y soberano.
¿Y
sobre el futuro de España?
Nuestra posición hoy no puede
ser más clara e inequívoca: estamos al lado de las Naciones Unidas porque hemos
sido los primeros en luchar con las armas en la mano en defensa de los mismos
postulados que ellas defiende ahora. El fascismo nos atacó, y sin vacilaciones,
con los medios a nuestro alcance, nos defendimos. Es hora de que a la Republica
española se le haga justicia colocándola en el lugar que le corresponde. Franco
no es neutral, la España de Franco es la de la violencia y el totalitarismo,
alineada con el Eje. Estoy seguro del triunfo de las democracias y de que ese
triunfo traerá consigo el derrumbe de Franco, pero a los republicanos españoles
no nos basta. Pedimos, porque hemos ganado el derecho con sangre, un puesto en
la lucha. Pedimos que nuestra bandera tricolor figure al lado de las demás de
las Naciones Unidas. Los españoles queremos contribuir a la lucha, de nuevo, en
primera fila. Lo piden los muertos en nuestra guerra. Lo piden los voluntarios
españoles que luchan al lado de las democracias en diversos frentes sin que les
haya dicho que en esta guerra también se persigue la devolución de la libertad
a España. Lo piden los que sufren en los campos de concentración europeos y
africanos. Lo piden los que en España, penando bajo el régimen fascista,
esperan el momento de la liberación”.
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