Es natural que queráis saber, antes de empezar, quiénes somos y a qué venimos. No tengáis miedo. No venimos a pediros nada. Al contrario; venimos a daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos. Porque el Gobierno de la República que nos envía, nos ha dicho que vengamos ante todo a las aldeas, a las más pobres, a las más escondidas, a las más abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar siempre tan solos y tan lejos de donde otros lo aprenden, y porque nadie, hasta ahora, ha venido a enseñároslo; pero que vengamos también, y lo primero, a divertiros. Y nosotros quisiéramos alegraros, divertiros casi tanto como os alegran y divierten los cómicos y los titiriteros. Nuestro afán sería poder traeros pronto también un teatro, y tenemos esperanza de poder lograrlo.
Esta a modo de escuela recreativa es para todos, chicos y grandes, hombres y mujeres, pero principalmente para los grandes, para los que se pasan la vida en el trabajo, para los que nunca fueron a la escuela y para los que no han podido volver a ella desde niños,ni tenido ocasión de salir por el mundo a correr tierras, aprendiendo y gozando, lo cual constituye para ellos una grave injusticia, ya que los mozos y los viejos de las ciudades, por modestos que sean, tienen ocasiones fáciles de seguir aprendiendo toda la vida y también divirtiéndose, porque están en medio de otros hombres que saben más que ellos, porque sólo con oírlos y mirar se aprende, porque todo lo tienen a la mano, porque la instrucción y las diversiones se les entran sin quererlo por ojos y oídos, porque hasta los escaparates de las tiendas se convierten allí en diversión y enseñanza. Y como de esto se hallan privadas las aldeas, la República quiere ahora hacer una prueba, un ensayo, a ver si es posible empezar, al menos, a deshacer semejante injusticia. Para eso,nos envía a hablar con vosotros y ofreceros en estas reuniones, del modo mejor que sepamos, del modo que os sea más grato y que más os divierta, aquello que quisiéramos que vosotros supieseis y que, llegando a vuestra inteligencia y a vuestros corazones, os divirtiera y alegrara más la vida.
Con palabras que quisiéramos fuesen penetrantes y con imágenes y estampas atractivas hemos de ir enseñando por los pueblos cómo es la tierra, cómo son aquellas partes de la tierra donde no hemos estado; cómo es, sobre todo, España, nuestra nación, nuestra Patria: sus montañas, sus llanuras, sus ríos, sus mares, sus grandes ciudades. Cómo han sido los españoles de otros tiempos, cómo vivieron, qué grandes hechos realizaron.
Cómo es de verdad, no a la simple vista, lo que llamamos el mundo, el universo, el sol, la luna, las estrellas. Cómo son las piedras, y las plantas, y los animales, y el hombre, y la luz, el aire, el agua, el fuego, la electricidad y más y más todavía; es decir, todo lo que sólo se conoce en general por fuera, todo lo que se utiliza, pero sólo se conoce en apariencia, y todo lo que —como la posibilidad de oír desde aquí la voz de nuestros hermanos de América— nos parece un misterio; todo lo que ha costado a los hombres siglos y siglos el conocer y descubrir por dentro.
También os traeremos las cosas que los hombres han hecho sólo para divertirse y divertir a los demás, o sea las cosas que llamamos bonitas, las cosas bellas, las que sirven tan sólo para darnos gusto, para darnos placer y alegrarnos, para divertirnos. Y asi veréis en grandes estampas luminosas, que se llaman proyecciones, los templos y las catedrales antiguas, las estatuas, los cuadros que pintaron los grandes artistas y que se guardan como tesoro de inmenso valor en los Museos. Y aun quisiéramos traer, más tarde, un pequeño Museo ambulante de copias, en lienzo y colores, de algunos cuadros célebres, para que estén unos días en cada sitio y vayan luego circulando a otros lugares.
Y oiréis leer hermosos versos, que se escogerán para vosotros, de los más gloriosos poetas castellanos. Escucharéis igualmente bellas canciones y piezas de música de aquellas que el público de las ciudades oye en los teatros y salas de concierto. Claro que no lo tendréis todo de una vez. De entre ello, se irá eligiendo, según el pueblo o las ocasiones, poco a poco. Pero con mayor frecuencia tendréis dos cosas: una conversación sobre nuestros derechos y deberes como ciudadanos, pues a la República importa que estéis bien enterados de ello, ya que el pueblo, es decir, vosotros, sois el origen de todos los poderes. La otra cosa es lo que más ha de divertiros, el cine, el cine instructivo y el de pura diversión y recreo.
Es posible y hasta probable que con todo ello, y mucho más, aprendáis poca cosa; pero si os divirtieseis algo y la Misión sirviese por lo menos de aguijón y estímulo en alguno de vosotros para despertarle el amor a la lectura, el fin que la República se propone al querer remediar aquella injusticia que antes dijimos, estaría en parte logrado. Porque esto es, lo que principalmente se proponen las Misiones: despertar el afán de leer en los que no lo sienten, pues sólo cuando todo español, no sólo sepa leer —que no es bastante —, sino tenga ansia de leer, de gozar y divertirse, sí, divertirse leyendo, habrá una nueva España. Para eso la República ha empezado a repartir por todas partes libros, y por eso también al marcharnos os dejaremos nosotros una pequeña Biblioteca.
Todavía queda lo más necesario para la implantación sólida y el éxito feliz de estas Misiones. Lo triste es que hemos de marcharnos y nadie sabe cuándo podremos volver, pues los pueblos son muchos y las fuerzas con que ahora contamos, limitadas. Y es preciso que esta Escuela ambulante sea casi continua. A ello hay que tender por todos los medios, y en ello se piensa. Para lograrlo no habría mejor manera que la de juntar alrededor de esta obra a los hombres de buena voluntad que en cada provincia, en cada partido, tienen algún saber y además saben divertir a los otros, especialmente a los jóvenes, en quienes siempre florecen los impulsos generosos. Hay que mover sus corazones, para que de vez en cuando den lo que les sobra y vengan en Misión a la aldea, como ahora nosotros, a enseñar y a divertir, pagando así con su propia persona, que es lo más preciado, la deuda de justicia que con la sociedad han contraído, como privilegiados del saber y de la fortuna, y cumpliendo además de esta suerte la obra evangélica, no sólo de enseñar al que no sabe, dando un poco de lo que ellos disfrutan, sino también la de consolar al triste, es decir, de alegrarlo y divertirlo noblemente, sin temor a competir en esto con el pobre saltimbanqui, a quien hay que admirar y querer cordialmente por esa hermosa función que cumple, las más veces con dolor y tristeza ,yendo peregrino por los pueblos más humildes y despertando emociones, suavizando las almas, divirtiendo y alegrando un instante la vida en hombres y mujeres, en niños,en mozos y en viejos.
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Palabras de presentación del Patronato, leídas en la primera Misión Pedagógica, celebrada en Ayllón (Segovia), en 1931, y en las Misiones sucesivas a modo de mensaje. Publicadas en la memoria del Patronato de Misiones Pedagógicas, septiembre de 1931, diciembre de 1933, Madrid 1934, páginas 12-15. Este texto está citado en el libro Manuel B. Cossío. El maestro, la escuela y el material de enseñanza. Edición de Eugenio Otero Urtaza. Biblioteca Nueva. Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid 2007.
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