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1323. Antonio Machado. Significado de un homenaje

Homenaje a Antonio Machado en Colliure (Francia) el 22 de febrero de 1959. De izquierda a derecha, en la parte superior:
Blás de Otero, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José A. Valente y Luis Marquesán. En la parte inferior: Jaime Gil de

Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y J.M. Caballero Bonal.


En Collioure y en Segovia, simultáneamente, el día 22 de febrero, al cumplirse el vigésimo aniversario de la muerte de Antonio Machado, y en Madrid, el 3 de marzo, en el Paraninfo de la Universidad Central, los intelectuales y universitarios españoles han rendido un homenaje unánime a la memoria del gran poeta fallecido. Sobre el desarrollo mismo de estos actos no parece necesario volver en esta nota. A pesar del silencio oficial, la resonancia de este triple homenaje ha sido inmensa en nuestro país, e incluso fuera de España. Los pormenores, incidencias y emociones de aquellas memorables jornadas han ido difundiéndose rápidamente, merced a esa tan eficaz y especial red de telecomunicaciones de que dispone nuestro pueblo, para suplir el vacío desinformativo de las publicaciones periódicas oficiales. No estará de más, en cambio, volver sobre el significado de este homenaje a Machado, sobre las perspectivas que abre.

Lo primero que se ha puesto de manifiesto a lo largo de su celebración es el espíritu de reconciliación nacional que inspira a la inmensa, mayoría de los intelectuales españoles. Cabe afirmar rotundamente que el Homenaje a Antonio Machado ha alcanzado la profunda repercusión que todos hemos podido comprobar, precisamente porque desde el primer momento fue concebido como un acto de reconciliación nacional, como expresión viva y abocada al porvenir del deseo de reconciliación de los intelectuales españoles. Por ello se decía, en la carta circular enviada por la Comisión Organizadora del acto de Collioure, que «esta ocasión puede hacer coincidir en torno al nombre de nuestro gran poeta a los intelectuales españoles separados geográficamente por acontecimientos ya lejanos y cuyas consecuencias es de interés fundamental para España eliminar definitivamente». A lo que responde la voz venerable de don Ramón Menéndez Pidal, en carta fechada en Madrid el 11 de febrero de 1959: «Este dolorido recuerdo que dedicamos a Machado, el poeta amante de la soledad, es para nosotros nostalgia soledosa, es voto anhelante y esperanzado de que estos restos vayan pronto a descansar en la tierra a la que el poeta tanto afecto consagró y en la que tanta inspiración hallaba. Que esta fúnebre repatriación sea pronto símbolo de firme unidad de las dos Españas en la España única que todos anhelamos

Este anhelo de superar la división de las dos Españas, de la España única, este anhelo de reconciliación nacional, en suma, ha sido la única, la clave de todos los actos de homenaje a Machado. Así lo manifiesta Gerardo Diego: «No quiero falte la expresión de mi deseo de que tales metas se realicen con el espíritu de concordia y unidad a que alude la convocatoria». Y José María Valverde: «No hay duda de que esta conmemoración cuenta con el sentir unánime de todos los que entienden –en España y en cualquier país– lo que es ese uso profundo del lenguaje humano que llamamos poesía. Por otra parte, aquí se evidenciará la natural unión, en tarea y patria, de los escritores españoles. El hecho de que los escritores de la generación hoy «decana» se vieran –como ustedes recuerdan– «separados geográficamente» pertenece, para nosotros los más o menos jóvenes –insistiendo en sus palabras– a los «acontecimientos ya lejanos». En nuestra modesta jurisdicción propia, creo ver que entre los escritores surgidos después de la guerra se ha cicatrizado toda fisura que pudiera alcanzar a aquellos maestros, y está así en vigencia literaria una sustancial continuidad integral de nuestra cultura, quizá en aumento en las más jóvenes generaciones. Así lo expresa también Mosén Josep Dalmau: «Este encuentro de diferentes en un mismo lugar inspira confianza, aviva la esperanza... El intelectual –pese a su dualismo geográfico–se encuentra en un estado de madurez capaz de encontrar un denominador común suficientemente amplio y profundo, este homenaje lo demuestra, que permita unas bases de convivencia, de progreso y hermandad». Así se expresan todos los mensajes, todas las declaraciones motivadas por la celebración del homenaje a Machado, cuya reproducción es imposible, porque llenaría las páginas de esta revista.

En Collioure, además, bajo el sol tibio de febrero, frente a la tumba de Antonio Machado y de Ana Ruiz, madre del poeta, este espíritu de reconciliación a que aludimos plasmó de una forma visible, física. Allí estaban juntos, y juntos por primera vez desde hace veinte años, varios centenares de escritores, de artistas, de universitarios, de sencillos hombres y mujeres del pueblo, venidos de diversos puntos de Francia y de España. Allí se alzaron las voces emocionadas de «los de dentro» y de «los de fuera», que son las voces de la España única invocada por Menéndez Pidal, ya que «dentro» y «fuera» son conceptos rebasados por las realidades históricas, que solo mantiene, por la fuerza, la pervivencia de una dictadura que se sitúa precisamente en las antípodas del espíritu unánime de reconciliación nacional.

Y esto nos lleva a destacar la segunda enseñanza que se desprende de los actos de homenaje a la memoria de Antonio Machado. Que en ellos se ha puesto de relieve, de una forma más explícita y rotunda que nunca, la oposición activa de los intelectuales españoles al régimen de dictadura todavía imperante. En el llamamiento profusamente distribuido en Madrid, por el que se convocaba al homenaje de Segovia, se decía hablando de Machado: «Su nombre y su palabra no han dejado de crecer y de extenderse, asumiendo en intensidad cada vez más estrecha la realidad y sentimiento del pueblo español. De su arraigo en la indestructible sustancia popular, de su fidelidad al pueblo, a su sabiduría sedimentada, a su dolor y a su esperanza, procede sin duda esa extraordinaria robustez, esa fuerza de crecimiento y expansión, esa hondura de humanidad total, que dura contra el tiempo en la poesía de Machado y que da tan sólidas raíces a su estatura de hombre singular y libre… Un homenaje a Antonio Machado resuena así, inevitablemente, como un homenaje al pueblo español, al pueblo simple y duradero…» 

Ahora bien, si estas palabras son de una claridad meridiana, en el contexto de la actualidad histórica de España, no es menos clara la significación de las firmas que al pie de dicho llamamiento se estampaban. De hecho no es en nuestra España de hoy un secreto para nadie, aquellas firmas representan todos los matices de la opinión antifranquista, todas las aspiraciones muy diversas pero convergentes en un objetivo común: la sustitución pacífica del actual sistema de gobierno dictatorial por un régimen de libertades públicas. Con motivo del homenaje a Antonio Machado se ha constituido, en la práctica, un frente nacional de los intelectuales españoles que se oponen a la corrupción, a la incuria y a la estrechez del régimen actual.

No ha escapado al Gobierno la significación profunda del homenaje a Machado. Por eso ha organizado precipitadamente el acto de Soria. Pero han cambiado los tiempos, radicalmente, en nuestro país. Lo único que ha conseguido el Gobierno de la dictadura en su irreflexiva debilidad, es hacer resaltar con más relieve aún los homenajes de Collioure y de Segovia, por contraste con la frialdad burocrática de la reunión celebrada en Soria, en torno a la cual han hecho el vacío los españoles de buena voluntad. ¡Pequeño servicio el prestado por Muñoz Alonso a las jerarquías dictatoriales!

El homenaje a Machado, en sus diversos actos, tiene pues una evidente significación ciudadana, política. Relacionándolo con otros acontecimientos políticos que vienen sucediéndose en nuestro país a lo largo de estas últimas semanas, confirma de manera tangible el grado de descomposición alcanzado por la dictadura. Para nosotros, que venimos preconizando consecuentemente, desde las páginas de esta revista, la política de reconciliación nacional como única salida real y duradera a la actual situación de nuestro país, la celebración del homenaje a Antonio Machado es un estímulo a perseverar por el camino emprendido. Es una confirmación esperanzadora y rotunda, de la justeza de nuestras posiciones ideológicas, del realismo de nuestro enfoque concreto de la situación y de las perspectivas españolas.

Antes de examinar, sin embargo, lo que a nuestro juicio está exigiendo, en cuanto a futuras empresas y actividades, la situación objetiva del país y las aspiraciones reales de la intelectualidad española, conviene parar brevemente la atención en otra de las enseñanzas, y no de las menos importantes, que entrañan los actos del homenaje a Machado.

¿Por qué ha sido posible que, en torno a la memoria del gran poeta, se exprese de forma tan radical el espíritu de reconciliación de los españoles? Precisamente porque Machado ha sido, durante toda su vida, un poeta del pueblo; porque ha estado junto al pueblo, hasta su misma muerte, fundido con las luchas y las esperanzas del pueblo. En este arraigo popular hay que buscar 1as raíces de la universalidad de Machado, que a su vez ha hecho posible, en torno a la viva lección de su vida y de su muerte, la cristalización del anhelo de una España única.

En el numero 5 de «Nuestras Ideas», al examinar los problemas concretos de la acción de los intelectuales españoles contra la dictadura, llegábamos a la conclusión de que habían madurado las condiciones para que la oposición intelectual, fundiendo su lucha con la del pueblo en su conjunto, presentara de una forma coordinada y abierta al gobierno dictatorial sus aspiraciones comunes de libertad y de reconciliación nacional. Y nos preguntábamos, textualmente: «¿es utópico pensar, por ejemplo, en una petición, pública y abierta, de todos los intelectuales españoles, encabezada por sus más prestigiosas figuras en favor de la amnistía para todos los presos y exilados políticos, en favor de la convivencia nacional?». No era utópico pensarlo; la experiencia lo ha demostrado. En el fondo de todos los actos de homenaje a Antonio Machado late, de una forma más o menos explícita, esa petición de amnistía, esa aspiración de establecer la convivencia nacional sobre bases de libertades públicas. De lo que se trata ahora, a nuestro juicio, la idea que someternos todos los grupos intelectuales que han participado en el homenaje a Machado, es la de hacer de aquel contenido implícito un programa de acción abierta; de hacer de esa coincidencia circunstancial de intelectuales de todas las tendencias ideológicas en torno a la memoria de Machado algo permanente y activo. Y pensamos, a la luz de la más reciente experiencia, que tampoco esto es utópico. Más aún, que ya está gestándose en la práctica; que es urgente y necesario acelerar su realización concreta.

En estos días se cumple el vigésimo aniversario del final de la guerra civil. Todo un período histórico cuyo balance de incuria, de corrupción desenfrenada, de asfixia espiritual y de terrorismo político está a la vista de todos los españoles. Ha llegado el momento de las acciones decisivas contra la dictadura. Junto al pueblo, junto al «simple y duradero» pueblo del que Machado dijo que era lo mejor de España, los intelectuales deben –y están demostrando que pueden y saben– desempeñar un papel activo en esas acciones decisivas que se avecinan. Esta es la significación profunda del homenaje que la intelectualidad española acaba de rendir a Antonio Machado. Ese el compromiso contraído en esta ocasión memorable.


Nuestras Ideas *
Bruselas (Bélgica), 6 de mayo de 1959


Nuestras Ideas, revista trimestral de «Teoría, política y cultura» impulsada por el Partido Comunista de España, se publicaba en Bruselas, de mayo de 1957 a marzo de 1962.  









2 comentarios:

  1. Al parecer, el personaje desconocido de la foto es Luis Marquesán, poeta e investigador mallorquín, que por esos días del homenaje a Antonio Machado, mantenía una relación sentimental con el poeta Jaime Gil de Biedma.

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