María Zambrano Alarcón
(Vélez-Málaga, 22 de abril de 1904 - Madrid, 6 de febrero de 1991)
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Ha llegado el momento inevitable en que ansias largo tiempo contenidas o rencorosamente disimuladas, salen a la luz. Cataluña hermética y obstinada quiere gobernar su propia isla, el País Vasco en su lenguaje de milenios reclama sus fueros legendarios y batiendo el record del arcaísmo hay en él quien pide regirse por un régimen patriarcal, y luego Galicia y Andalucía… el folklore sale a relucir, España, la España universal y a fuer de universal eterna, ha huído; en unos siglos de abstinencia histórica se nos ha escapado la substancia de la España una y eterna.
Y es ahora, cuando sobre España vuelve a correr el
soplo divino de la Historia, el momento en que sale a flote la verdad. La
verdad que hay que afrontar llenos de valor, fija la mirada, si hemos de
salvarnos.
Hemos consumido horas de radical falsedad; el periodo
dictatorial pasado no fue sino una losa sobre el destino de España, un cómodo
tapiz con que algunos pretendieron resguardarse de la realidad verdadera y
pensando –razón de avestruz- que así iban a destruirla. La República significa
por el momento, levantar la losa que asfixiaba al cuerpo español, y ahora vemos
que no es un cuerpo sino unos miembros –miembros- sueltos los que se levantan;
el conjunto es monstruoso y aterra. Aterra e indigna. Castilla, forjadora un
tiempo de la unidad ambiciosa de ella, no comprende y mira con extrañeza, con
odio, con rencor este anhelo de separación de lo que ella antes uniera.
Mas ¿quién tuvo la culpa? No cierre Castilla los ojos,
no empañe su alma con el odio que engendra lo no comprendido. No comprender es
siempre una inferioridad y una cobardía si el no comprender proviene de no
atreverse a mirar. Castilla, la vieja, la noble, la esforzada debe abrir sus
ojos en este instante en que su misión parece haberse perdido. Su alma
forjadora de unidad, ambiciosa de ella, siente honda repulsa ante el afán
particularista. Mas ¿cómo lograr la unidad en una nación de tan diversos folk
lores? No hay más unidad que la del espíritu, la misma variedad de dialectos,
geografía y caracteres, nos avisa de que no será por lo emocional y privativo
por donde se llegue a la España universal, no podrá ser más que como fue, por
obra de un alto ideal a realizar. Y así diremos que el descubrimiento de
América dio unidad a España, que la Contrarreforma hizo una a España. Y en
aquellos afanes, Castilla fue pujante en vitalidad, ambiciosa en heroísmo,
terca en austeridad.
Pero Castilla se durmió, ya en el siglo XVII, con el
cetro en las manos. Su soberbia le hizo creer que el imperio era algo
consubstancial con su existencia, le hizo olvidar que la unidad es algo que se
crea, el regir algo que se gana. Castilla fue roída por el mismo pecado que la
monarquía –soberbia que engendra la pereza- y las dos se durmieron sobre su
alto sitial histórico; ahora una dolorosa conmoción las ha despertado.
Las separa una profunda diferencia: la monarquía,
institución caduca, ha muerto, no puede morir Castilla que es tierra y vida,
anhelo de ser y subsistir. En la monarquía es “despertar para morir”, en
Castilla es despertar para vivir de nuevo. Y antes de comenzar nueva vida ha de
purificarse cuerpo y alma. Purifíquese Castilla de soberbia y pereza y vaya a
la reconquista de la perdida misión.
Mas han cambiado los tiempos: ya no hay países que descubrir,
ni reformas que ahogar. Y más que regiones y provincias, hay hombres y
problemas (¡Hombres del infierno andaluz, para ellos también la unidad!)
No son hoy las regiones, son las clases sociales las
que hondamente están en disgregación y guerra, es la economía, el régimen
capitalista que mundialmente está en crisis.
¿Castilla? ¿Cataluña? No está ahí la medida del hoy.
Son esos hombres hambrientos y desesperanzados, es el destino de España –de
España íntegra- que intenta por segunda vez cuajarse en la historia.
María Zambrano
Segovia Republicana, 29 de Julio de 1931, página 1
María
Zambrano se trasladó con su familia a Segovia en 1910, cuando tenía cinco años, al conseguir su padre la cátedra de Gramática Castellana en la Escuela Normal de Mestros de la ciudad, en la que residió la familia Zambrano hasta 1924.
Segovia Republicana fue un periódico de efímera existencia que se publicó de mayo a noviembre de 1931, dirigido por Rubén Landa.
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