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2193. El compromiso de Juan Genovés


El preso, 1965


El último compromiso de Juan Genovés
Manuel Vicent

No se sabe hacia dónde huyen ahora los personajes de Genovés, en qué dirección corren las masas presas de pánico que desbordaban los limites del cuadro. Todo el lujo y la chatarra de los años sesenta, la cultura de consumo, los envases, el diseño, el optimismo de la tecnología, los anuncios, las estrellas del cinematógrafo y los cubos de basura llenos de objetos brillantes fueron incorporados por el Pop Art a la estética y Juan Genovés añadió a esos símbolos de la época la violencia política que sufrían los rebeldes, la represión policiaca que se cebaba con los desheredados. En América el asesinato de Kennedy, el comienzo de la guerra del Vietnam, la muerte de Luther King y los conflictos raciales representaban la otra cara del bienestar, y en España el silencio y las cárceles se entreveraban con los primeros bienes de la expansión económica. Entre todos los signos posibles que definieron aquel tiempo Genovés escogió a sus criaturas aplastadas.

Sólo me preocupan las personas y las agresiones a que se ven sometidas. Ese es mi tema. Lo interpreto de distintas formas, pero en el fondo no puedo salir de ahí.

¿Hacia dónde huyen hoy tus personajes?

Hacia cualquier espacio donde haya un poco de armonía, donde haya un ideal de justicia.


Manifestacion, 1965

Un poco más cerca, 1965


La Unión Soviética ha desaparecido.

Ha supuesto para mí una enorme conmoción interior. Pensaba que por muchas caídas que sufriera la humanidad siempre habría una salida hacia adelante. Vengo de un ambiente familiar progresista en el que se creía en el optimismo histórico a pesar de todo. Yo sabía muy bien lo que estaba pasando en la Unión Soviética desde que en 1969 asistí en Moscú a un Congreso Internacional por la Paz. Éramos varios miles de participantes de todas las naciones. Un día fuimos recibidos dentro de las murallas del Kremlin y se nos hizo avanzar ordenadamente entre dos rayas marcadas en el suelo flanqueadas por policías con metralletas. Pensé: parece uno de mis cuadros. Quise comprobarlo saliéndome de la raya, pero Azcárate, que iba a mi lado, me dijo: no lo hagas, estás loco, te van a disparar. No obstante, lo hice. Me separé del grupo y de pronto aquellos policías comenzaron a lanzar gritos terribles mientras se apalancaban en el arma. Sabía lo que estaba pasando allí, pero yo nunca perdí la esperanza de que las cosas mejoraran. Se ve que soy un ingenuo. Siempre lo he sido.


Conforme a lo ordenado, 1966

Punto de mira, 1966


¿Te ha perjudicado estar tan significado políticamente como un artista combativo de izquierdas?

Evidentemente. Por ejemplo, creo que no estoy en el museo Reina Sofía por eso.

¿Y a tu obra?

No creo. Mis cuadros han ido fuera cuando aquí no me dejaban exponer y en Tokio o en cualquier otro país en el que no se sabía ni siquiera donde quedaba España mis cuadros se vendían, tenían éxito por sí mismos y la gente hablaba de ellos sin tener en cuenta su contexto político. Esa primera lectura que se tiene en España sobre mi obra no existe fuera y eso me salva. Aquí te ponen el cartelito y ya no te lo quita nadie. No estoy en el Reina Sofía, pero estoy en el MOMA de Nueva York y en todos los mejores museos de arte contemporáneo del mundo, de modo que no hay por qué preocuparse.


Ensayo de violencia, 1966

Doble imagen, 1966


Cuando uno contempla ahora la obra de Juan Genovés con sus masas, alambradas y personajes abatidos por las balas piensa que ese mundo ha sido descodificado y al haber perdido esos cuadros su sentido como arma combativa han recuperado toda su carga estética y en adelante sólo serán admirados por lo que significan plásticamente. Sin adherencias políticas en la mirada del observador el trabajo de Genovés aparece ahora desnudo y cargado de belleza. La violencia se transforma en una solución visual en el lienzo. La estampida de las masas se convierte en un elemento óptico pero debajo de esas visiones plásticas late el testimonio de un artista que se ha puesto de parte de los que sufren la Historia, si bien en apariencia la historia ha terminado. Nadie puede hurtarse a la pesadilla del sufrimiento del ser humano debido a la injusticia y la explotación cuando se contempla un cuadro de Genovés, pero hoy esa referencia ha ganado en profundidad al abandonar la anécdota ideológica, y la poderosa creación de este pintor se instale en ese sustrato del espíritu donde las pasiones son universales, puesto que a todos nos conmueven y nos atañen. Aquella violencia que al principio se apoderaba de los ojos de los espectadores cuando contemplaban un cuadro de Genovés ahora en una segunda lectura se detienen también en la forma y esa es la nueva conquista de estos lienzos: fueron pintados para expresar el horror de la dictadura y hoy el tiempo ha posado sobre ellos la refinada belleza. Que nadie piense que este pintor ha abandonado la lucha.


La puerta, 1966

La Fila, 1968


En este momento mi militancia es más bien cultural. Un artista no tiene que permanecer encerrado en su estudio ajeno a cuanto sucede a su alrededor. Al menos yo no soy así. Yo trabajo muchas, muchísimas horas en mi estudio, pero creo que la cultura es un bien fundamental de la sociedad y por eso no hay que dejarlo en manos de los políticos ni de los funcionarios. Los artistas debemos tomar parte activa.

Carteles o manifiestos. ¿Qué has firmado más?

He firmado todos los manifiestos que ha hecho falta y los seguiré firmando. He hecho multitud de carteles como una forma de combate en favor de las ideas progresistas.


Fila sin fín, 1968

Objetivo, 1968


¿Cuál es tu principal virtud?

¿Estética?

No, humana.

La primera nota de mi carácter es la ingenuidad. Yo más que nada soy un ingenuo. Es algo que está mal visto en esta sociedad de listos, pero no siento ninguna vergüenza por eso. Siempre he sido un ingenuo y en lo que me quede de vida, lo seguiré siendo. La ingenuidad hay que cultivarla porque sirve para crear y también para luchar.

En medio de esta sociedad de listos yo me quedo con el interrogante y la duda. La ingenuidad te mantiene joven.


Cinco minutos, 1969

Desconcierto, 1970


Este hombre ingenuo y combativo nació en Valencia, en 1930, de padre artesano, grabador de metales, decorador de muebles que, además de engendrar tres hijos, tenía una fe de carbonero en el progreso indefinido de los ideales de izquierda y en el valor de la cultura. Su madre era campesina y muy religiosa. Practicaba en secreto sus obligaciones con la iglesia sin que se enterase su marido. En este ambiente creció el artista en el barrio del campo de Mestalla que entonces colindaba con la huerta, y cuando se proclamó la República Juan Genovés aún no tenía dos años de edad, pero su padre lo llevó a hombros a una manifestación para que viera la alegría de los trabajadores mientras su madre, horrorizada, se había quedado rezando en casa. Con esta contradicción pasó su niñez el futuro artista. Su padre daba clases gratuitas de cultura y dibujo en la Casa del Pueblo. Se pasaba todo el día fuera del hogar, donde había penuria económica, y la madre se quejaba y no comprendía aquel desinterés. Desavenencias familiares y lápices de colores, el progenitor entregado a la causa y el niño enamorado de los cromos de chocolate Nestlé mientras se oían los gritos de los aficionados al fútbol que rugían en las gradas del Mestalla.


Objetivo, 1970

Tortura, 1972


La familia de Genovés abre una carbonería y el niño comienza a expresar su futuro pintando el personaje del Coyote con carbón vegetal en la pared de la trastienda y ése es su primer éxito popular. Ingresa en la Escuela de Bellas Artes. A partir de ese momento la biografía de Juan Genovés es la búsqueda a través de aquella España desolada de los años cincuenta de la propia huella digital mientras el silencio y la desvencijada cultura era la norma. Se instala en Madrid. Viaja a París. Se casa con Adela. Hace amistad con otros pintores y su única obsesión consiste en despojarse del miedo poco a poco y retomar la lucha por medio de la estética como un árbol que había que regar por dentro para que creciera. Luchar era poder expresar lo que la gente callaba, manifestar las torturas que se instituían en los sótanos, pintar cargada de razón y de estética una masa de ciudadanos que huía a través de un espacio del miedo tan bien plasmado en el lienzo. Por haber encontrado la forma de incorporar la violencia política al Pop Art recibió una mención de Honor del jurado en la Bienal de Venecia en 1966 y ese reconocimiento le abrió las puertas de la Marlborough Gallery y desde entonces una aureola de pintor radical, rebelde, combativo, le acompañó, y los tiempos duros de la represión daban cada día razón a sus cuadros, los cargaban de sentido, de modo que la violencia de la policía y la estética de Genovés se impulsaban, inspiraban y nutrían mutuamente.


Las manchas de sangre, 1972

Presos políticos, 1973


Hoy la violencia perdura, pero el código que la constreñía a uno de los bandos políticos ha desaparecido y los lienzos de Genovés se han liberado de esa carga que los limitaba y ahora han quedado como paradigmas, pautas y emblemas de la protesta de un rebelde contra cualquier injusticia, y al mismo tiempo sobre este fondo ha tomado todo su sentido aquella forma plástica tan refinada que expresaba la sensibilidad del artista More allá del testimonio de un tiempo atroz. Pero, lentamente, los ojos vendados de sus personajes con- fundieron la oscuridad con el paisaje urbano cuando llegó la democracia, y aquel espacio que generaba el terror en sus lienzos con la multitud ha sido sustituido por la propia soledad del asfalto huyendo en medio de la libertad.


Dos más dos, 1973

Gente corriendo, 1975


Ahora estoy investigando en mi subconsciente. A veces me asalta una idea brumosa en el entresueño, y aunque esto suceda a las cuatro de la madrugada me levanto de la cama e intento reflejarla de algún modo en la tela. Es un trabajo apasionante. Todas las lecturas inescrutables que contiene una obra de arte equivalen a distintas capas que sobre ella va posando el sueño.


Caras tapadas, 1975

Seis jóvenes, 1975


La manifestación del mundo que expresa hoy Juan Genovés se concrete en unas visiones plásticas de la ciudad desde una altura o profundidad que puede ser la del inconsciente. Parece que el paisaje urbano estalla o se aplaste y los personajes son puntos mínimos, anónimos que pululan entre la tensión de inconmensurables fuerzas que barren el lienzo como un viento muy poderoso. Es una forma de enfrentarse a una sociedad que no le gusta, de erigirse en artista siempre excitado por la injusticia que no tolere, por el absurdo que no entiende, por las pasiones sociales que le excitan. El dilema, ahora como antes, estriba en saber si Juan Genovés prefiere la estética a la lucha. En su caso creo que es la misma cosa. Forman una unidad indisoluble.


El abrazo, 1976

Agresión, 1976


Yo todavía no he perdido la ingenuidad.- dice el artista.

Es una forma de ser puro y luchador, De poner su talento al servicio de la belleza y ésta a los pies de la libertad y de la felicidad de las personas. Juan Genovés ya tiene una página reservada en la Historia del Arte: aquella en que se habla del compromiso social unido a un magnífico pulso y aliento para expresarlos con una gran belleza plástica. Ese es Juan Genovés.


Tribunal de Órden Público, 1976


Ojos vendados, 1977

Texto publicado en catálogo de la exposición "Genovés", IVAM Centre Julio González. 26 noviembre 1992 / enero 1993.

Fuente: Juan Genovés







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