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2258. Carretera de Málaga



Sobre la mar y el camino
La noche negra venía.
Fondo de olivos y llamas 
tiene el grito de la huída. 
en parapetos de nubes
los aviones vigilan 
y la rabia de su hierro 
va encharcando las colinas 
con tuétanos de raíces 
y entrañas de roca herida.
- ¿Por qué huyes, muchacha? 
(El viento, que las navajas afila,
ha cortado en flor la rama
verde de la bulería).
Con los cabellos ardiendo
y la espalda en carne viva, 
la gitana, hija del mar, 
sangrando por las rodillas, 
cae, se levanta … un balazo
rajó sus pechos de niña
y se le escapa la voz
por los caños de la herida:
¡Me persiguen a traición
cañones de la marina!
Yo estaba de cara al cielo
en mis arenas dormida,
y un sol de marfil antiguo
sobre mi sueño se abría
como una palma del mar
hecha de espuma y de brisa.
¡A traición me mordió el lobo 
negro de las baterías!
Como nadie me defiende,
mi piel morena acuchillan
bandadas de cuervos grises 
que huelen carne podrida.
Traspasada de espoletas,
¿qué puede una cierva herida?
Hierven en las azoteas
tormentas de dinamita;
se destroza en los barrancos
la flor de mis caballistas
y un vendaval de fusiles
troncha mi cintura fina.
Por tierra, por mar y aire
me están desangrando viva;
por el Puerto de la Torre
olas de tanques venían:
Mirando a Casa Bermeja,
rompe a sudar mi agonía.
Lívido se lleva al mar
mi llanto el Guadalmedina.
¿No veis que, ciega y sin brazos,
de lutos estoy vestida,
que sólo me quedan dos 
de siete hermanas que había?
A traición me están hiriendo 
los que ampararme debían,
generales renegados 
que quieren la monarquía;
molos de mala ralea,
soldados por la rapiña;
estado Mayor de hienas
y babel de sacristías.
Dentro de los esqueletos
Les arden de odio las tripas.
¡Valedme los malagueños,
que se derrumba mi vida;
pescadores de Marbella,
arrieros de Manilva,
escopeteros de Ronda,
valedme, que ya estoy fría!

Málaga torna al silencio,
Y en alta noche salina,
Muerde la ametralladora
Sus entrañas ateridas.

La Muerte viene de Málaga
Y entra, loca, en Almería.
Un río fuera de madre,
Con aguas despavoridas,
Tiende en la verde cuneta
Estatuas en agonía.
La boca de los heridos
Maldice, mientras suspira:
- ¡Compañerito, remátame,
que el cuerpo se me vacía!
El trote de los caballos
machaca espaldas vencidas,
cruzan rayos de pistolas
las nubes de gasolina
y delante de las sombras,
bañado en sangre y fatiga,
marcha un ángel con espuelas
guiando el trueno de la prisa.
Los niños, en hacaneas
de caderas doloridas,
antes de mamar la leche
con hiel, que nadie les brinda,
entre los dientes estrujan
el clavel de la saliva.
Kilómetros y kilómetros,
Horas y horas, noche arriba …
Mueven los cañaverales
Levantes de artillería
Y por los bosques del cielo,
Sobre el vapor que desfila,
Aún hay águilas de Roma
Y grandes buitres de Bismarck.
Un grito estalla en las venas
fluviales de la Península:
- ¡Que este funeral os queme
hasta el fin de vuestra vida;
pagaréis con intereses 
el préstamo de ruinas,
que el vientre de las viudas
lo preñó un tigre ese día!

Luz de violeta y pólvora
moja ya la serranía,
los rubios toros del llanto
hacia Motril se encaminan,
y esperando que a su entierro
bajen las claras del día,
sola en el cortijo azul,
una paloma agoniza.
Lleven a Jerusalén
el parte cien golondrinas.

Sobre el mar y los olivos,
En la linde de Almería,
Igual que el cráneo de un  potro,
La aurora, roja, se abría.


Fernándo Fernández











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