Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?
Luis Cernuda
María Torres - 2 de Febrero de 2019
En agosto de 2017 visité el espacio que albergó
el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Decenas de hoteles y campings
bordean el paseo marítimo del municipio, convertido hoy en uno de los lugares
turísticos más importantes de la región.
Eran alrededor de las ocho de la tarde cuando
pisé la inmensa playa norte. Estaba desierta. El lugar de los turistas lo
habían ocupado las gaviotas que se preparaban para descansar. Un silencio
sepulcral envolvía la playa, tan sólo roto por el graznido de las aves y el rugido de las olas.
Caminé hasta el borde del agua. Mis pies se
hundían en la húmeda arena con cada paso. Sentí el frío, la humedad y el viento. Recuerdo que pensé que era agosto y en cómo sería estar allí en febrero de
1939, agazapada sobre la arena, entre alambradas, rodeada de senegaleses con
rifle, sin cobijo, sin comida, sin familia, sin patria. Y lloré por ellos, por
todo lo perdido, porque el exilio es la mayor parte de las veces peor que la
muerte, por tanto muerto sin nombre, porque siempre mueren los mismos y siempre
los mismos matan.
No queda ningún rastro de la tragedia humana que
se vivió en la playa Argelès hace ochenta años. Francia no estuvo a la altura y
años después España, con su insolente desmemoria, tampoco.
Campo de
concentración de Argelès-sur-Mer
La historia de Argelès-sur-Mer,
está tristememente ligada a la del exilio español. En esta localidad francesa
situada en los Pirineos Orientales, a poco más de 30 km. de la frontera
española y que en 1939 era un pequeño pueblo agrícola de apenas tres mil habitantes,
el gobierno francés confinó en condiciones infrahumanas -entre alambradas de espino
vigilados por tropas coloniales de marroquíes y senegaleses y algún gendarme-, a
más de cien mil refugiados españoles.
El campo de Argelès-sur-Mer fue el primero de los campos de
concentración que se habilitaron en la región de Languedoc-Rosellón. Se
creó el 1 de febrero de 1939 por decisión de Albert Sarraut, ministro francés
de Interior. En Les camps sur la plage, un exil
espagnol, de Émile
Temime y Geneviève
Dreyfus-Armand se indica que "El término campo de concentración puede
escandalizar; es comúnmente usado en los documentos
administrativos de la época, y el Ministro del Interior, Albert Sarraut, lo emplea en un sentido
"indulgente" en su conferencia de prensa a principios de febrero de
1939: El
campo de Argelès-sur-Mer no será una prisión, sino un campo de concentración.
No es lo mismo."
Desde abril de 1938 Édouard Daladier, estaba al frente de la
jefatura del gobierno francés. Fue Daladier quien en septiembre de ese mismo
año firmó los acuerdos de Munich, que suponían la anuencia a la anexión de Austria por
la Alemania nazi y la cesión ante sus pretensiones en Checoslovaquia. Y también
fue el gobierno de Daladier quien en noviembre de 1938 aprobó un decreto que permitía
el internamiento de "extranjeros indeseables" bajo vigilancia
permanente por el peligro que pudiesen representar para el Estado.
El campo de concentración de Argelès se ubicó en la hermosa playa
norte, en una
superficie de cincuenta hectáreas. Su estructura se limitaba tres paredes de alambrada de espino. La
cuarta la conformaba el mar mediterráneo. La playa se dividió en rectángulos de
una hectárea también cercados con alambrada.
Los "indeseables", "la escoria española", como la
denominaban muchos franceses, aquellos que también lucharían contra el nazismo para liberar Francia, se encontraron con que el territorio de su recién
iniciado exilio era una playa. Llegaban exhaustos tras caminar varios días, con
las manos vacías, hambrientos, y muchos enfermos o heridos. Habían perdido una
guerra y tras la alambrada de espino perderían la libertad.
En el campo no había barracas. Los primeros días se improvisaron
algunos refugios con cañas, insuficientes para protegerse de la dureza del
tiempo en aquel invierno de 1939, uno de los más gélidos que se recuerdan. Dormían
al raso, en un hoyo que escavaban con sus manos en la arena y tan solo unos
pocos privilegiados disponían de una manta con la que arroparse y protegerse de la tramontana.
Sin barracas, sin agua potable, sin electricidad, sin comida, sin
servicio médico, sin letrinas, sin lo mínimo para la supervivencia humana, el
campo se convirtió para los refugiados en un infierno en el que tenían que
intentar sobrevivir. El rancho durante los primeros días consistía en mendrugos
de pan que les lanzaban desde un camión y legumbres que cocinan con agua de mar.
Más adelante fueron los propios refugiados quienes construyeron barracones con tablas que techaron con lonas. Improvisaron cocinas y letrinas
excavadas en la arena. Incluso se organizaron para tener actividades culturales.
Al poco tiempo comenzaron a aparecer los casos de disentería,
neumonía, pulmonía, tifus y tuberculosis. Las mujeres parían a sus hijos sobre
la arena húmeda y trataban de protegerles con cartones, tablas, o incluso en
hoyos.
Cientos de españoles, hombres, mujeres y niños perecieron víctimas
del hambre y la enfermedad. Al principio fueron enterrados en la misma playa y
sus muertes no se registraron.
En la segunda quincena del mes de febrero el campo se había quedado
pequeño. Para descongestionarlo se abrieron los de Le Barcarès y
Saint-Cyprien, también en las playas. Argelès estuvo operativo hasta noviembre
de 1941 y se calcula que llegó a acoger a un total de 220.000 refugiados en tránsito.
Desde esa fecha hasta su desmantelamiento tras el fín de la II Guerra Mundial, el
gobierno de Vichy lo utilizó como campo de prisioneros de guerra, el cual albergaba
una oficina de la organización Todt.
En marzo de 1939 el fotógrafo Robert Capa visitó Argelès y
documentó el sufrimiento de los refugiados. Esta fue la descripción que hizo
del campo: «lo que había en esa playa era un infierno
sobre la arena: los hombres allí sobreviven bajo tiendas de fortuna y chozas de
paja que ofrecen una miserable protección contra la arena y el viento. Para
coronar todo ello, no hay agua potable, sino el agua salobre extraída de
agujeros cavados en la arena.»
Las precarias condiciones de vida, hicieron que
una parte de los republicanos españoles regresaran a España. La repatriación fue promovida por las
autoridades francesas, ya que los refugiados sólo suponían una carga económica.
Las otras opciones de salir del campo eran ser contratados por patronos
necesitados de mano de obra, alistarse en la Legión Extranjera, en una Compañía
de Trabajadores Extranjeros o en los Batallones de Marcha de Voluntarios
Extranjeros. Por último estaba la posibilidad del exilio en cualquier otro país
que estuviera dispuesto a acogerles.
Federica
Montseny, "huesped" de Argelès, relató que en 1941 hasta los
elementos actuaron contra los refugiados: «En el mes de enero de 1941, Argelès
vivió la más terrible de las tormentas que asolaron las playas francesas. Cada
invierno, la situación de los refugiados había sido crítica. Mas en ese de 1941
se aliaron el viento, la lluvia y el mar. Las olas avanzaban mugiendo sobre el
campo, torrentes de lluvia se abatían sobre los barracones y un viento con la
violencia de un simoun arrancaba los
techos y se los llevaba muy lejos... Durante tres días los míseros refugiados
estuvieron luchando con los elementos. Hubo muchos ahogados, sobre todo mujeres
y criaturas... Todos los que vivimos esas horas no podremos olvidarlas nunca. Y
una vez más me pregunto cómo sobrevivimos a ellas, cómo nuestra razón no se
extravió definitivamente ante lo que cada uno vivió y el espectáculo que sus
ojos presenciaban.»
En el
paseo paralelo a la playa norte se colocó en 1999 un monolito en recuerdo y
homenaje a los cien mil españoles que fueron confinados en el campo, con la
siguiente leyenda:
A la mémoire des 100.000 Républicans Espagnols,
internés dans le camp d'Argelès, lors de la RETIRADA de Février 1939. Leur
malheur: avoir lutté pour défendre la Démocratie et la République contre le
fascisme en Espagne de 1936 à 1939. Homme libre, souviens toi.
(A la memoria de los 100.000 republicanos españoles, internados en el campo
de Argelès, tras la RETIRADA de febrero de 1939. Su desgracia: haber luchado
para defender la Democracia y la República contra el fascismo en España de 1936
a 1939. Hombre libre, acuérdate.)
Cementerio de los españoles
En una placa en la entrada se puede leer: Monumento erigido a la memoria de las personas civiles y militares fallecidas en el campo de Argelès-sur-Mer habilitado durante la Retirada de las tropas republicanas durante la Guerra de España (1936-1936)
Debido a las numerosas muertes en el campo, se habilitó un cementerio en un terreno donado por un terrateniente de la zona.
Los españoles fueron enterrados en fosas sin nombre, envueltos en telas, ya que la madera escaseaba y era un material muy valioso. En el otoño de 1940 las terribles inundaciones sacaron a la superficie los mayoría de los cadáveres y una riada se ocupó de arrastrarlos hasta el mar.
El cementerio de los españoles se encuentra próximo a la playa, en la actual avenida de La Retirada, frente al que hoy es el camping Les Marspuins.
En 1950 la familia de uno de los fallecidos en el campo colocó una estela en su memoria. Poco a poco fueron grabados los nombres de más fallecidos y en el año 2007 se agregaron los que faltaban.
Junto a la estela central del pequeño cementerio, se plantó un árbol en 1999, el árbol de los niños, y en 2012 se colocó una placa en recuerdo a los setenta niños menores de diez años muertos en el campo de Argèles: «Guardaremos siempre vuestra memoria y vuestra pequeña historia»
Cementerio de los españoles
En una placa en la entrada se puede leer: Monumento erigido a la memoria de las personas civiles y militares fallecidas en el campo de Argelès-sur-Mer habilitado durante la Retirada de las tropas republicanas durante la Guerra de España (1936-1936)
Debido a las numerosas muertes en el campo, se habilitó un cementerio en un terreno donado por un terrateniente de la zona.
Los españoles fueron enterrados en fosas sin nombre, envueltos en telas, ya que la madera escaseaba y era un material muy valioso. En el otoño de 1940 las terribles inundaciones sacaron a la superficie los mayoría de los cadáveres y una riada se ocupó de arrastrarlos hasta el mar.
El cementerio de los españoles se encuentra próximo a la playa, en la actual avenida de La Retirada, frente al que hoy es el camping Les Marspuins.
En 1950 la familia de uno de los fallecidos en el campo colocó una estela en su memoria. Poco a poco fueron grabados los nombres de más fallecidos y en el año 2007 se agregaron los que faltaban.
Junto a la estela central del pequeño cementerio, se plantó un árbol en 1999, el árbol de los niños, y en 2012 se colocó una placa en recuerdo a los setenta niños menores de diez años muertos en el campo de Argèles: «Guardaremos siempre vuestra memoria y vuestra pequeña historia»
Grazas polo apuntamento, María. Documentadísimo e interesante e, ademais, de moita utilidade para min como docente. Unha forte aperta.
ResponderEliminarGracias a ti Ramon, por haber dedicado tu tiempo a leerlo. Apertas.
EliminarUn recuerdo que no hay que olvidar.
ResponderEliminarUn beso.
Olvidar jamás. Se lo debemos Daniel. Un beso.
EliminarMagnífico artigo. Apertas.
ResponderEliminarMuchas gracugr Pepe. Apertas.
EliminarMagnífico, María. Muchísimas gracias. Como nieta de un prisionero del Campo, estoy muy emocionada y reconocida por tus palabras.
ResponderEliminarGracias María José. Estoy a tu dusposdispo, di quieres, para publicar la hustoria de tu abuelo. Cada nombre que saquemos del anonimato es una vuctoria. Mi correo: martorcel@gmail.com.Un abrazo.
EliminarGracias de nuevo, querida María.
ResponderEliminarTus pies, los míos, los de mis hijos repiten la experiencia de pisar esa arena maldita que recibió a los nuestros con saña. Tenemos la arena en botellitas, nada nos consuela, nada puede borrar el odio de Francia contra los padres y los abuelos republicanos españoles.
Te quiero, María.
Danielle Triay Royo.
Nada que agradecer, querida Danielle. No hay consuelo, lo se, si acaso lo unico que amortigua el dolor es no dejsr paso al olvido. Gracuss por tus palabras, compañera en la memoria. Nos une un lazo de afecto, aunque exista un océano por medio, un lazo irrompible, un lazo de dolor y recuerdo.
EliminarNo pude evitar llorar :( soy nieta de español que estuvo en argeles . Que sufrió, que tuvo que vivir su vida lejos en mexico. Muchas gracias por el artículo me llega a lo más profundo, ahora tengo una pequeña hija de 8 años y todos los días a ella y a los más de 70 nietos y bisnietos y tataranietos les inculcamos la historia del abuelo y de españa. Para que no lo olviden, para que nunca permitan que se repita. Gracias !
ResponderEliminarGracias Paloma. Tenemos la obligación moral de transmitir la historia a las nuevas generaciones. Llegará un día que tú pequeña hija quiera pisar la arena de Argeles y cuando lo haga recordará también con el corazón. Un abrazo.
EliminarLo estoy leyendo mientras voy en bus hacia mi casa, y no tengo palabras para describir cuanto dolor e impotencia siento. Que no quede en el olvido,e merecen nuestro recuerdo.♥️
ResponderEliminarEstoy de vacaciones en esta zona de Argeles Sur Mer y me ha sobrecogido sobremanera este episodio que ignoraba de la historia de España. Esto debería conocerlo cada español, se debería estudiar en las escuelas. Lo último sería el olvido. Mis respetos a todos los familiares directos...sin palabras.
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