(“Puente de los Franceses,
nadie te pasa,
porque los milicianos
¡qué bien te guardan!”
Qué bien te guardan, sí,
qué bien te guardan,
cubiertas de ceniza la madrugada.)
No
preguntaron
Vinieron
de tierras subidas a los mapas.
Según
la latitud agrias o dulces,
duras
o fraternales.
Oh
viajeros,
con
puñales, con rosas, fotografías de jefes queridos,
de
niños solos, lugares y muertes.
No
preguntaron.
Así
vinieron,
nadie
los llamó.
Un
día llegaron a morir en los muros
de
la ciudad sitiada, de la que sólo vieron sus orillas.
No
preguntaron.
¡Tan
delicadamente!
Qué
aristocracia popular,
qué
señores de la sangre y qué ilustre morir
cuya
herida
explicaba
el secreto de la pólvora.
No
preguntaron.
Ellos,
los
hombres de la primera columna voluntaria,
no
preguntaron ¿cómo va el museo?
¿dónde
están las mujeres y las coplas?
¿cómo
se come aquí? ¿dónde está la taberna?
¿cómo
se va a la catedral? ¿dónde está el cementerio?
ni
cualquier otra cosa que pregunta un viajero
que
conoce la sed, el hambre, el mundo.
No
preguntaron.
Raúl
González Tuñón
La
muerte en Madrid, 1937
Qué bonito!
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