Españolas:
Los
momentos de angustia por que acaba de atravesar España, nos afirman cada vez
más en la necesidad de que la mujer se una en un doble sentimiento común: «la
exaltación del amor patrio y el amor a la humanidad» (sentimientos tan
compatibles como el amor a la patria chica dentro de la patria grande) formando
una fuerza política independiente, que si no logra de momento acortar
distancias y borrar diferencias que sólo sirven para entorpecer o destruir la
vida de un país, evitará al menos que vaya a engrosar inconscientemente las
milicias del odio y la pasión.
La
mujer educada en una orientación política sana, se librará de la ceguera del
sectarismo y la que menos haga, al ejercer sobre los suyos la influencia que
siempre tuvo, extenderá sobre el país el manto bienhechor de la paz social,
cuyos cimientos ha minado el odio y va a ser muy difícil sostener sin la calma
de unos y la generosidad de otros; sin la transigencia y comprensión de todos.
Esa paz, al extremo a que hemos llegado, sólo puede ya conseguirla la mujer;
porque el mal es tan hondo, que no bastarán a contenerlo las alturas del poder,
sin el auxilio de quien por su función en la familia, si se prepara, puede
abrir a los suyos una ruta mejor que la de sangre y destrucción en que ahora se
ven precipitados.
Las
que nos incorporamos a la A.N. de M.E. al fundarse el año 18, no íbamos
impulsadas por el vano prurito de equipararnos al hombre, sino llevadas por un
santo «anhelo de colaboración» en la obra del país con nuestra fe puesta en la
mujer española. Un ansia de renovación llevando a la vida sentido más real de
la justicia, según emana de aquella sentencia: «Ama al prójimo como a tí
mismo», letra muerta en la sociedad de hoy y de todos los tiempos, sacó del
cómodo retiro del hogar a un grupo de mujeres que se mantuvieran firmes y
fieles a la idea que las inspiró, formándose durante los años al calor de
nuestros espíritus de mujeres educadas en la tradición del hogar español, esa
«solera» que da a nuestro feminismo verdadera característica femenina. En esa
solera, el nuevo jugo que aporta a la vida el despertar político de la mujer,
perderá las acideces de su inexperiencia, convirtiéndose en rico tónico del
organismo nacional.
Insensato
hubiera sido pretender en instantes de efervescencia política, distraer a la
mujer del apasionamiento general, llamándola a una concentración femenina de
acción política independiente, porque esa misma pasión le hubiera impedido
responder, y más que insensato, temerario y aun fatal a nuestra causa hubiera
sido hacer partícipe a nuestro sexo de la responsabilidad que implica la
actuación pública en épocas de tantas dificultades.
He
ahí la razón de la actitud expectante que la A. de M. E., madre del feminismo
español ha guardado en estos últimos años.
Con
generoso entusiasmo se apresta ahora a poner en práctica lo que considera una
obligación emanada de su responsabilidad de feministas, y en hora suprema de
adiós incontenidos, precursores de luchas fraticidas de hombres y partidos, «os
llama» para que, agrupadas en una «acción política independiente», una misma
preocupación nos una; un sólo imperativo nos aliente: «el bien de todos»: «la
formación de una política, regida por el amor a la humanidad».
Las
que de buena fe esperáis de las izquierdas la aplicación de leyes nuevas que
hagan una sociedad más justa; las que con ansia miráis a las derechas
suspirando por la tranquilidad perdida y por la calma de sentimientos
lastimados; las que indiferentes en vuestra comodidad no veis que ya nadie
puede sustraerse a los vaivenes de la política, porque el mundo se halla
embarcado en una navegación difícil que necesita de todos sus recursos, venid a
constituir una fuerza femenina que sienta los latidos de la patria,
inspirándose serenamente en la razón de la «verdad», que es la única fuerza que
rinde los espíritus.
Hagamos
unidas, mujeres sin ideología definida, así como también las de ideas diversas,
un organismo político independiente, que pueda ser considerado porque así lo
merezca el prestigio de su actuación, como «venero» de elementos femeninos
espiritual y prácticamente preparadas, sin apasionamientos partidistas que
obstruyen la obra de buen gobierno, adonde acudan los gobernantes de buena
voluntad en busca de colaboración desinteresada para la obra de paz y bienestar
que el mundo anhela.
Si
la indiferencia os retrae; si la desconfianza en vuestras propias fuerzas os
contiene; si la falta de serenidad y la intransigencia os impiden convivir,
nada se habrá logrado; pero esta Asociación habrá cumplido su deber al
intentarlo.
Españolas:
que vuestro corazón se levante al toque de clarín que os señala la misión de
llevar la paz dentro y fuera de vuestros hogares; para borrar las fronteras de
izquierdas y derechas, impropias de un siglo que debía caracterizarlo la
cultura; para ser sólo españoles de una España próspera, que participe en el
concierto humano que entre todos los hombres debía de existir.
No
olvidéis que los momentos son precisos, porque la crisis porque atraviesa la
civilización amenaza aplastarla, y si estáis sordas a nuestro clamor, la
responsabilidad de lo que no quisisteis hacer, caerá solo sobre quienes no
quisisteis escucharnos.
Los
amigos todos de la democracia, acoged y amparar esta idea, porque si el recurso
fracasa, cuando el mal es tan hondo, solo nos esperan estos dos caminos: o la
dictadura blanca o la tiranía roja.
Madrid,
1 de Enero 1934
La
Presidenta,
Julia Peguero
Publicado en Mundo Femenino
Madrid,
julio 1934
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