Todas
las elecciones que perdemos es a causa del voto femenino, pero las mujeres no
tienen la culpa, la tienen los hombres, la tienen los dirigentes de los
Partidos de la Unidad Popular, la tienen los militantes de los partidos de la
Unidad Popular, la tienen los compañeros de la Unidad Popular.
En su
casa, en su hogar, en el taller, en la escuela donde trabajan, nunca le
plantean a la mujer, los problemas políticos del país y sus propios problemas.
No ayudan a elevar la conciencia política de la mujer. No le hacen entender a
la mujer que sus problemas postergados, durante años y años, van a encontrar
solución en el Gobierno Popular.
Todavía
hay prejuicios en los hombres de la Unidad Popular y hay un «machismo» político
que le niega a la mujer el derecho que tiene, el igual derecho del hombre,
compañeros.
No
hay revolución sin la presencia de la mujer. No hay batalla revolucionaria, sin
que la mujer participe en ella. Lo dicen todos los tratadistas revolucionarios
y lo dice la experiencia revolucionaria de todos los países que han alcanzado
el Socialismo.
Por
eso, la tarea fundamental, la tarea esencial de los hombres y los partidos de
la Unidad Popular, primero, es fortalecer su unidad, terminar con rencillas
partidarias, comprender que más allá del partido está la Unidad Popular y que
más allá de la Unidad Popular está la Patria, está Chile, está el destino de
nuestra nacionalidad, camaradas.
Aquí,
al comenzar esta concentración, oí unos cuantos gritos agónicos, criticando a
un partido de la Unidad Popular. Vayan a discutir en el diálogo de las ideas,
vayan a discutir dentro de sus asambleas, vayan a discutir dentro de sus
partidos; pero frente al pueblo: la unidad.
La
agresión a un partido de la Unidad Popular, es la agresión a todos los partidos
de la Unidad Popular.
El
que no entienda esto, el que no comprenda la responsabilidad que tiene, no se
llame revolucionario, ni anda haciendo gárgaras con la palabra Revolución.
La
revolución es sacrificio. La Revolución es generosidad, la Revolución se
entrega, y la juventud, yo entiendo que tiene derecho a equivocarse, pero, al
mismo tiempo, tiene la obligación de sacar experiencias de sus propios errores.
Por
eso, finalmente, compañeros, ¡a mirar las perspectivas! ¡A ver cómo el enemigo
exterior no descansa! ¡A ver que hay enemigos internos y adversarios!
Yo
respeto al adversario. Al que discute y defiende sus ideas, al que actúa dentro
de la Constitución y la Ley. Respeto al adversario que no quiere torcerle la
voluntad a la Constitución y a la Ley.
Y,
denuncio a aquel que no es adversario sino enemigo, el que fue enemigo siempre
del pueblo, el que siempre trató de herir a los trabajadores, el que les negó
su derecho a organizarse, el que les quitó el derecho a defenderse. Aquel que
llegó a la conspiración y, al crimen, el que derramó la sangre del General
Schneider. Es enemigo del pueblo y es enemigo de Chile y a ese debemos
combatirlo, implacablemente.
Salvador Allende
Antofagasta, 28 de febrero de 1972
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