Pedro Vidrier Herrera (Fotografía del Archivo familiar) |
Pedro Vidrier, ha querido compartir con nosotros la historia de su padre, Pedro Vidrier Herrara, un valenciano de la "Quinta del Biberón" que combatió en la Guerra de España incorporado en la 53 Brigada Mixta.
Pedro Vidrier Herrera
nació el día 7 de Febrero de 1920 en Turis, un municipio de la provincia de
Valencia. Un pueblo pequeño y agrícola. Era el mayor de 5 hermanos, su familia
era muy humilde. Los hombres de su familia, se dedicaban al oficio de cantero,
es decir a picar piedra.
Es muy difícil resumir
la personalidad de mi padre, lleno de sensibilidad hacia la vida, la
naturaleza, las relaciones humanas…
Perteneció a la
“Quinta del Biberón”, fue llamado a filas, es decir, a la guerra en abril de
1938, recién cumplidos 18 años. Este hecho, como a todos, le marcó para el
resto de su vida.
Mi padre, como la
gente de su época, solo fue a la escuela hasta los 11 años. Pero a pesar de
ello, entre las aficiones de mi padre, estaba la lectura y la escritura.
De su diario entresaco
unos párrafos que cuentan su experiencia en el frente. Prefiero hacerlo así,
porque considero que es más fiel que la narración sea en primera persona.
«Mi
destino fue en la Casa de Campo, a la 53 Brigada Mixta al 210 batallón. Estábamos
alojados en unas chabolas bajo tierra. …
A
finales de julio empezamos a construir una trinchera de evacuación de unos tres
metros de altura trabajando de noche, ya que de día hacia un sol abrasador. Un día
la trinchera se desprendió y me pilló de lleno y me enterró. Todos los
compañeros escarbando con las manos me sacaron tenía varias heridas en la cabeza,
sangraba por la boca, nariz y oídos. Después de veinte días en el hospital
Principe Vergara desperté del coma, tenía la clavícula y omoplato derecho roto
y parálisis en media cabeza….
Después
del final de la guerra, al llegar al pueblo te llamaban del Ayuntamiento y te
quitaban todos los papeles republicanos y a mí hasta los del Tribunal médico.
Aparte
del hambre, vinieron las ofensas: “Rojos malos”. Nos llevaron a Monserrat a un
campo de concentración donde estuve diez días nos daban 100 gr de pan y una
latita de sardinas para tres personas. Suerte que había una cantidad grande de
algarrobas y esto nos ayudaba a mitigar el hambre. Además para salir de allí,
te juzgaban y si no tenias nadie que respondiera por ti, ahí te quedabas. Por
mi respondió un hombre de mi pueblo… andando crucé el término de Monserrat para
llegar a casa…»
Entre las aficiones de
mi padre, estaba la poesía. A continuación presentamos una que escribió estando
en el frente:
Los enemigos del cuerpo
Tengo
en mi cuerpo señores
como
el terreno africano
que
por él pasan columnas
caballería
y soldados.
Caballería,
las pulgas
que
trotan y galopan;
los
soldados son los piojos
que
por mi cuerpo pelean.
Ellos
no gastan machete
correaje
ni fusil
y
cuando entran en combate
lo
que me hacen sufrir.
La
otra mañana, señores
haciendo
una descubierta
me
encontré una compañía
de
cuatrocientos cincuenta.
Mis
compañeros y yo
hicimos
fuego contra ellos
y
después de un gran combate
hicimos
tres prisioneros
Los
que en mis manos caían
entre
dos piedras de canto
poco
a poco allí morían
La
otra mañana, señores,
a
punto de levantar
me
encontré una compañía
al
mando de un capitán.
Y
el capitán en cabeza
les
decía a los soldados:
"apretad
un poco más
que
esto esta al punto tomado".
Y
yo les pedí la paz
viendo
que estaba copado
pero
no se convencieron
y
a la bayoneta entraron.
No
se vayan a creer
que
son hombres los que atacan
que
son los "piojos" y "pulgas"
que
hasta la sangre nos sacan.
Y
el que estos versos escribe
lo
sabe por experiencia
pues
ya lleva muchos meses
durmiendo
por las trincheras.
Y
si hay algún lector
que
esto no se lo creyera
que
se venga para acá
y
vera que chasco lleva.
Madrid
1938
Escribió varias poesías que giran alrededor de la
temática de la guerra. Algunas las compuso cuando volvió del frente. A continuación transcribimos unos fragmentos de una titulada "La Guerra", escrita originalmente en valenciano y que hemos traducido.
Siendo
yo muy jovencito
me llevaron a una sierra
sin mirar que un chiquillo
no conocía la guerra.
...
Que hartazgo de llorar
nos dimos ese día
porque nos iba a matar
aquel duelo de artillería.
...
Calamidades, llenos de piojos,
las pulgas se nos comían,
siempre agua por las rodillas
y cuando nevaba, nos helábamos.
...
Herían al de tu lado
y te decía en la agonía
el reloj, por piedad
llevaras a mi casa un día.
Pedro Vidrier Herrera durante
muchos años, llevó a sus espaldas, con mucho orgullo (como otros familiares y
compatriotras), el apelativo de “Rojo malo”.
Heroes ignorados, celebro tu vida,lucidez y valentia
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