Lo Último

3227. La última voluntad del duque de Alba

El labio imbécil, caído;
ojos de lagarto muerto;
la comprobada impotencia
reblandecida, hasta el suelo;
espiritado, mezquino,
triste lombriz en los huesos,
saliva el duque de Alba
su último infame deseo:
"Id al palacio de Liria,
hoy sucia cuadra del pueblo,
id con bombas incendiarias,
con dinamita, con truenos,
con rayos que lo fulminen
y descuajen sus cimientos.
Que lo que no ha de ser mío
prefiero dárselo al fuego."
Duque de Alba, duque de Alba,
en todo mi idioma encuentro
insultos con que clavarte,
palabras que echarte al cuello
como nudos corredizos
que estrangularan tu aliento.
No hay lengua para decirte
lo que nunca te dijeron.
Mas lo que yo no te diga
te lo dirá un día el pueblo.
Brazo ejecutivo tiene;
puño tajante de hierro.
Acuérdate, señor duque,
triste gargajo siniestro,


el último que tu casta
escupiera como ejemplo,
como muestra de gusano
ya retepodrido y seco:
la historia de tu familia
la clausuras tú, corriendo,
no los cerrojos dorados
que colgaran tus abuelos
sobre las primeras puertas
que tan noblemente abrieron,
sino los más miserables
cerrojos de tu despecho.
Duque de Alba, duque de Alba,
señorito madrileño,
jamás soñaste un palacio
mejor que el que tú has deshecho,
mejor guardado, más limpio,
más lustroso, más espejo,
más del añor de unas manos
que nunca nada tuvieron.

Las manos que lo guardaban
no lloran de sentimiento;
lloran de rabia, de cólera,
y empuñan, alto, el remedio
que ha de terminar con gentes
como tú, canijo, perro,
mixto de cabrón y mona,
ni de España, ni extranjero,
hijo de ninguna parte,
rodado excremento muerto,
último duque de Alba,
alba triste, sin recuerdo.


Rafael Alberti
26 de noviembre de 1936
Romancero de la Guerra civil








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