Vicente Aleixandre Merlo (Sevilla, 26 de abril de 1898 - Madrid, 13 de diciembre de 1984) |
La
soledad, en que hemos abierto los ojos.
La
soledad en que una mañana nos hemos despertado, caídos,
derribados
de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.
Como
un cuerpo que ha rodado por un terraplén
y,
revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede reconocerse.
Y
se mira y se sacude y ve alzarse la nube de polvo que él no es, y ve aparecer
sus miembros,
y
se palpa: «Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo, y esta mi pierna, e
intacta está mi cabeza»;
y
todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y
ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y él emerge,
no
sé si dolorido, no sé si brillando, y alza los ojos y el cielo destella
con
un pesaroso resplandor, y en el borde se sienta
y
casi siente deseos de llorar. Y nada le duele,
pero
le duele todo. Y arriba mira el camino,
y
aquí la hondonada, aquí donde sentado se absorbe
y
pone la cabeza en las manos; donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado
parece lejanamente contemplarle.
Aquí,
en el borde del vivir, después de haber rodado toda la vida como un instante,
me miro.
Esta
tierra fuiste tú, amor de mi vida? ¿Me preguntaré así cuando en el fin me
conozca, cuando me reconozca y despierte,
recién
levantado de la tierra, y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire
un cielo piadosamente brillar?
No
puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra que se sacude
al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado.
No,
polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir.
No,
materia adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma, hubiera al
fin de expulsar.
No:
alma más bien en que todo yo he vivido, alma por la que me fue la vida posible
y
desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando
con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi alma contigo todo lo
mira,
contemple
con tus pupilas, con las solas pupilas que siento bajo los párpados,
en el fin el cielo piadosamente brillar.
Vicente Aleixandre
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