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3366. Respondiendo a Marañón

Gregorio Marañón en París


Los más nobles representantes de la cultura responden a las manifestaciones de Marañón

La Casa de la Cultura nos envía el siguiente escrito para su publicación: 

"Sin propósito de entrar en polémicas inoportunas, у sólo con el deseo de servir al gran pueblo español que lucha en las trincheras contra militares rebeldes y alemanes e italianos invasores, hemos de consignar la protesta que nos merecen las inverosímiles declaraciones de don Gregorio Marañón aparecidas en "Le Petit Parisién" de 21 de febrero y no rectificadas hasta ahora por dicho señor. Queremos eludir todos aquellos puntos que no despiertan en nosotros sino indignación o desdén. No queremos discutir si Franco es como el Cid o como los Reyes Católicos por apoyar en fuerzas moras sus conquistas y todas las demás afirmaciones peregrinas de que Marañen se sirve, suponiendo en su nuevo público un desconocimiento completo de la vida y de la historia españolas y jugando arteramente con las fechas, las circunstancias y los nombres. 

No nos interesa nada que el doctor Marañón se declare fascista; apenas les interesará a los mismos adeptos de Franco que por la emisora española de Lisboa le hicieron saber en la noche del 27 de enero la opinión que de él tenían y las condiciones con que lo aceptaban. Tenia que pedir perdón, tenía que desdecirse de su liberalismo. A él, que hubiera querido pasar por el apóstol de la convivencia, que parecía el inventor de un nuevo liberalismo, cuya fórmula era pertenecer simultáneamente a Falange Española y a la C.N.Т., se le invitaba a abjurar de todos los liberalismos y a acudir a Burgos a hacer confesión general. No responden en el fondo a esa invitación las declaraciones de "Le Petit Parisién". El doctor Marañón no ha ido a Burgos todavía; pero desde París ha entonado el "mea culpa"; ha repetido una por una, dirigidas a la atención de Franco, todas las palabras del "confiteor". 

No nos importaría nada su defección si para justificar de algún modo esta actitud suya no se hubiera lanzado a fulminar condenaciones contra la República, esta malhadada República que tolera, según Marañón, los mayores excesos, y olvidando sus orígenes se ha llenado de aborrecimiento por cuanto signifique cultura; todo París lleno de intelectuales españoles fugitivos de la tiranía roja así lo proclaman. Pues bien, esos intelectuales a los que el Gobierno legítimo de España ha permitido abandonar el territorio nacional por razones respetables, y a muchos de los cuales asiste con sus medios, sabrán dar cuenta señor Marañón de por qué están en París, y sobre todo de por qué no están en Burgos. En cuanto a nosotros, los que vivimos en España, podemos decir que no nos hallamos prisioneros, ni perseguidos. Tenemos las puertas abiertas, hemos recibido atenciones de las autoridades, sin que se nos haya pedido declaración ni compromiso alguno de carácter político. Hemos sentido en lo más hondo de nuestro ser el inmenso dolor en los días en que estalló la revolución; pero los desbordamientos lamentables que el Gobierno entonces no pudo evitar, análogos a los de todas las revoluciones y menores seguramente que los que se han producido en el campo opuesta, no nos han apartado del entusiasmo y devoción por nuestro pueblo, ni nos han impedido admirar la grandeza del sacrificio que está realizando en defensa de sus ideales de emancipación, independencia y libertad. 

Elegantemente, con un resbalar ligero, sin insistencia importuna, como perfecto nombre de mundo, el doctor Marañón alude a su fuga, a su novelesca fuga. El lector de "Le Petit Parisién" habrá sentido un escalofrío por la espalda al reparar en la discreta veladura puesta sobrе el más dramático episodio de la vida del doctor Marañón, escrito por él mismo. Pues bien: es conveniente hacer constar que el doctor Marañón salió de España provisto de un pasaporte de la Dirección General de Seguridad —así lo hizo constar aquel mismo dia el director del ramo— y de un salvoconducto del Ministerio de Instrucción Pública y que le acompañaron hasta Alicante Milicias del 5º Regimiento. Hay fotografías que muestran la acogida dispensada al doctor dramáticamente perseguido, en el cuartel de esas Milicias, el quince de diciembre dе mil novecientos treinta y seis. El capitán Ganivet que арагece en la fotografía, fué uno de los que le acompañaron a Alicante, en compañía de don Ramón Menéndez Pidal, después de haber sido testigo de la boda de un hijo del mismo, según consta en el acta matrimonial levantada ante el 5." Regimiento, ante su comandante jefe. Salió de Madrid diciendo que lo hacía contra su voluntad, como médico de Menéndez Pidal. No debe omitirse que con Marañón salía de España su hijo —oficial hoy, según se dice, en las filas fascistas—, conscrito entonces en el Ejército regular español y obligado, por tanto, a permanecer en filas. ¿Conoce alguien mayor tiranía que la de esta República, que no sólo otorga pasaporte a intelectuales ilustres, sino a sus hijos, obligados a servirla con las armas en momentos de movilización general? ¿Qué dirán los militares facciosos de esta generosidad nuestra?

El doctor Marañón, víctima, sin duda, del amor paterno, ha perdido una gran ocasión de mostrar la calidad aristocrática de su silencio y otras muchas calidades. La delicadeza más elemental le obligaba a callar; pero su afán de sinceridad rompía todos los diques de la discreción; no era justo ofrecer al público francés medias verdades que parecían mentiras. Y si su conuencia de español está en carne viva, si la tragedia de su Patria le lleva transido y angustiado hacia la España de Franco, en esas mismas tierras podrá encontrar un caso ejemplar a que atener su conducta: el de Unamuno, muerto de dolor, de vergüenza, de asco, en la atmósfera irrespirable, asfixiante de la Salamanca fascista." 

Firman: M. Marqués, Jacinto Benavente, Antonio Machado, Victorio Macho, profesor Carrasco, José F. Montesinos, León Felipe, T. Navarro Tomás.


Ahora, 6 de marzo de 1937










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