Cerro Muriano, frente de Córdoba, septiembre de 1936 - Foto: Robert Capa |
Atravesando los campos
vestidos de soledad,
entre silencios y ruinas
hemos llegado a El Vacar.
Un soldado de la España
que defiende el ideal,
la de los trabajadores
que luchan por libertad,
absorto mira las cumbres
que él quisiera conquistar.
Son los picos del Muriano.
que él hubo de abandonar
en una jornada triste que
bien quisiera vengar.
Por los caminos, va grave
gente que perdió su hogar.
Algunos con sus palabras
lágrimas hacen brotar.
Una anciana suspiraba,
un hombre pensando está;
el pionero nos saluda
impaciente por luchar.
¿Qué ruido es aquél que se oye?
¡Centinela! ¡Alerta está!
Son los bandidos fascistas,
de nuevo van a atacar;
mas esta vez yo os juro
que ni un paso habéis de dar
sin que nuestros milicianos
caros lo hagan pagar.
Todos van, cogen las armas,
todos quieren pelear;
en primera fila mueren
los mejores de El Vacar.
Ya los moros emboscados
adelantádose han;
los valientes milicianos
a pie firme han de esperar.
A ellos los dirige un moro,
el comandante Mizzian.
Los nuestros van dirigidos
por el más alto ideal.
Empieza el combate, arrecia,
ellos nos quieren copar;
pero los nuestros, valientes,
no han de dejarlos pasar.
Tira su aviación muy fuerte,
la nuestra más fuerte va;
una victoria se anuncia,
triunfo que bien sonará.
A las siete de la tarde,
doblado el campo de paz,
cien cadáveres de moros
muertos a la mano están.
El soldado que os decía
en altas cumbres ya está;
allí coge al moro huído,
allí le ha de rematar.
Escuchad lo que él le dice,
el aliento se le va:
Muero traidor a mi patria,
soy comandante Mizzian;
me trajeron los fascistas
a obreros asesinar;
yo buscaba aquí un sol viejo,
no lo he podido encontrar;
viví con capitalistas,
gente sin moralidad;
he venido a extrañas tierras
a los míos traicionar.
Yo me muero arrepentido
ellos castigo tendrán:
morirán por esas manos
que me acaban de matar.
Perdido su jefe el moro,
ya no saben pelear.
Por las vertientes abajo
los moros llorando van,
tiraban todos las armas
para clemencia implorar.
Los nuestros que son leales,
no los quieren perdonar;
por traidores y canallas
todos de morir habrán.
Los corren picos arriba;
Córdoba a la vista está,
por las vertientes abajo
los moros muriendo van.
Se da fin a la batalla, es
ya hora de parar;
por estos picos agrestes
no se debe continuar,
que cuando llegare el día
Córdoba se atacará.
Siete veces han tocado
las cornetas de El Vacar,
pero nuestros milicianos
no se quieren retirar,
que los que tan bien luchareis
no saben volver atrás.
Con lágrimas de sus ojos
sus pasos vuelven a andar.
¡Es prudencia, compañeros;
pronto habremos de avanzar
y en la Mezquita la bella
roja bandera ondeará!
Todos ya se han retirado,
todos vuelven a El Vacar;
tinos ríen, otros lloran,
todos unidos están.
En los campos donde duermen
algazara y fiesta hay,
unos se cuentan a otros
lo que acaba de pasar.
Todos se encuentran bien sanos,
todos enteros están.
Sólo muy pocos cayeron
en lucha de heroicidad.
Monturas bordadas de oro
abandonadas están,
gumias y mosquetones,
buen botín para El Vacar.
Lo cogen los milicianos
para victoria cantar.
Todos se sienten felices,
todos amables están;
a la canalla fascista
ellos juraron matar.
Uno me saluda alegre,
aquél no quiere cantar,
en la sonrisa de todos
se ve el día alborear.
Y yo desde aquí os saludo,
milicianos de El Vacar;
con esta mi pobre pluma
el deseo es celebrar
esa hazaña que habéis hecho
matando al moro Mizzian.
¡En las cumbres del Muriano
siempre el moro ha de temblar!
Antonio Sánchez Barbudo
El Mono Azul, 8 de octubre de 1936
Gracias Maria, sigues siendo un referente de la memoria
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