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3339. Tina Valladolid, campeona de Castilla de ciclismo

Amor y ciclismo en las Delicias

Tina Valladolid y Demetrio Acero forman otro de los escasísimos matrimonios deportistas que hemos podido encontrar en Madrid. Ella, que tiene veintidós abriles, muy bien aprovechados en cuanto a belleza y simpatía, es ya, con sólo dos años de ciclismo, campeona de Castilla; el, con sus veintisiete años y unos pequeños triunfos en las carreteras, siente decaer su afición al pedal. Le ha obscurecido el sprint de su esposa, y enamorado de ella con pasión, cifra sus ilusiones en entrenarla, en aconsejarla con su experiencia y en hacer de ella lo que él estuvo a punto de ser: un campeón ciclista de España. 

Los he encontrado en su hotelito de la calle de Juan José Morato 6, en la carretera de Andalucía, donde Demetrio Acero tiene un taller de pintura de bicicletas... Son felices y viven alegres, sin lujos, pero sin apuros inmediatos. Tina riega el jardín, mientras su marido da los últimos toques al macho de una máquina... 

El la ve ir y venir con esa ilusión de los primeros meses de casados. 

—¿Hace mucho que se casaron ustedes? —pregunto. 

—Cerca de un año... Pero nos conocemos desde niños. Tina vivía en la calle de Tarragona, y yo, en el paseo de las Delicias. Siempre, como es lo natural entre chiquillos del barrio, estábamos jugando, y hasta creo recordar que nos pegamos más de una vez. Pero de ahí no pasó la cosa. Yo empecé a trabajar y dejamos de vernos, hasta que hace unos tres años la encontré en las Delicias, nos saludamos... y la vi tan guapa, que me eché para alante y le pedí relaciones.. Me hizo rabiar un poco, pero acabó por decirme que sí... 

—¿Y cómo se aficionó al ciclismo su señora? 

Entonces, la campeona, que, como quien no quiere escuchar, se ha colocado detrás de nosotros, fingiendo atención en el riego de las flores, interrumpe: 

—Eso lo contaré yo... Este niño estaba loco por la bicicleta. Y unos días porque tenía entrenamiento, otros porque tomaba parte en una carrera y otros porque tenia reunión del club, necesitaba yo una recomendación para hablar con él... Y como no había otra solución mejor, pues me hice yo ciclista también. ¡Que no crea usted que no fue una heroicidad, con lo que son en mí barrio para estas cosas del deporte y de llevar las piernas al aire!... 

—¿Y empezó a correr?

—Poco después. Se anunciaba una carrera femenina; yo le hice unas cuantas zalamerías para que me dejara correr y lo conseguí. 

—Eso no es verdad —dice Demetrio Acero—. Tina tenía unas ganas locas de correr, y como yo estaba seguro de que sabe "zumbarle" a los pedales, no quise quitarle esa ilusión; al contrario, la animé, le hice un entrenamiento a fondo y la ayudé durante la carrera hasta donde permitió el reglamento... 

—¿Resultado? 

—Pues que entró la primera, con dos máquinas de ventaja. 

—Había sacado —dice el marido— una media superior a los treinta kilómetros... 

—Y fui proclamada campeón femenino de Castilla. 


Puestos a malas, ella lleva siempre las de ganar. ¡Entrenamiento! 

—¿Qué tal se llevan ustedes de casados? ¿No hay celos deportivos? 

—Nos llevamos muy bien... Con una mujer deportista son peligrosas las riñas conyugales... 

—Con todas... 

—Con las deportistas, más... Ya de por sí, las mujeres, a la hora de la riña, creen que la razón está de su parte. Y si a eso añade usted que poseen una musculatura y unas energías suficientes para imponerse también sí hace falta en el aspecto físico, convendrá usted conmigo en que es peligroso tener una señora aficionada al deporte. Tratan al marido en plan de niño, y hay que aceptarlo- así Puestos a malas, ellas siempre llevan las de ganar. 

—¿Han regañado ustedes alguna vez? 

—Nunca —replica rápida Tina Valladolid. 

—Sí, señor —rectifica Demetrio Acero—. Una vez, cuando éramos novios. Yo iba a buscarla al taller donde trabajaba de pulidora, y, a la salida, nos íbamos a dar un paseo en las "burras". No sé qué le dije. Pero sin cruzar una palabra hizo un derrapaje estilo Carretero, y... me vi negro para alcanzarla. Lo menos me sacó diez minutos de ventaja... Es la única bronca que hemos tenido. Tina es una muchacha excelente, y una mujercita de su casa..., hasta las seis de la tarde... A esa hora lo tira todo y se marcha al gimnasio del Velo Club Portillo, para hacer su entrenamiento diario. ¡No falta ni por enfermedad! 

—Como que yo, en vista de lo bien que se me da eso, no pienso dejar la bicicleta. 

—¿Usted no corre, Acero? 

—Ya, no. Pinto cuadros de bicicleta, que se me da mejor que correr con ellas, y, además, gano más dinero. 

—Como cuaje eso te voy a achicar ganando billetes.


Ofertas de contrato. Un grave accidente en el Puerto de la Morcuera. Las viejas de los pueblos

—¿Hay contrato a la vista? 

—Sí...— contesta orgullosa la campeona. He tenido una oferta de Valencia para correr en pista y en carretera. Si nos arreglamos, voy a demostrar que las ciclistas madrileñas no tenemos sangre de horchata, y además, los señores directivos oficiales se darán cuenta —¡a ver si es posible!— que una mujer puede hacer con la bicicleta las mismas o mayores proezas que los corredores masculinos... Me ponen tantas pegas, que parece que tienen miedo... Por lo pronto, me han chafado la participación en la VIII Vuelta a Madrid. 

—¿Ha tenido muchos accidentes? 

—Uno solo, pero grave. Se corría la Subida a los Puertos. Mi marido (entonces mi novio) y yo fuimos a ver la carrera desde la Morcuera. Y apenas habían pasado los primeros corredores, a un tren fantástico, sin darme cuenta, metí pedales y me lancé tras ellos, sin escuchar las vocea que me daba Demetrio. Y tanto quise acelerar, que por esquivar un coche de los seguidores, me patinó la rueda de atrás y me di el morrón más grande de mi vida. La máquina la recogieron en una espuerta y a mí, poco menos... 

—Y actuando usted como corredora, ¿le ha sucedido alguna cosa? 

—Según a lo que usted se refiera. 

—Algún accidente. 

—Podía haberlos tenido a montones al pasar por los pueblos; pero no es cosa de perder minutos por enzarzarse a golpes con alguna paleta. 

—¿Qué sucede?

 —Pues que en cuanto se dan cuenta de que somos muchachas las que corremos en las bicicletas nos ponen de vuelta y media... Que si debíamos estar zurciendo calcetines... Que si las mujeres no deben salir de la cocina... Que si no nos da vergüenza enseñar las piernas... Y así hasta el infinito... Cuando llego a un pueblo meto la cabeza en el guion y fuerzo los pedales para volver a la carretera cuanto antes. Así me hago la ilusión de que no las oigo. ¡Si escuchara usted las cosas que nos dicen algunas viejas! 


El entrenamiento es sagrado 

Mientras el marido, desengañado del deporte, pinta las bicicletas, la esposa, entre el riego del jardín, el cuidado de las gallinas y el ajetreo de la casa, sueña con ser campeona ciclista de España. Hasta las seis de la tarde es una irreprochable mujercita de su casa; alegre, formal, hacendosa. Pero a las seis de la tarde lo deja todo. Se viste el pantalón de deporte y se lanza a la carretera, camino del club. 

—El entrenamiento es sagrado. 

Por lo menos hasta que no se le ocurra perturbarle a algún nuevo ciclista, que todavía no ha dado señales de querer asomarse al Mundo. 


César de la Rosa 
Estampa, 4 de julio de 1936









3335. Faustina Valladolid, ganadora de la primera carrera ciclista femenina

La primera carrera ciclista femenina que se celebra en España

Faustina Valladolid, vencedora en esta prueba, recorre todos los doimingo en bicicleta 150 kilómetros, y quiere competir en las carreras de hombres.


Esta carrera, que organizada por el Club Ciclista de Chamartín de la Rosa, se ha celebrado hace unos días en la carretera de El Pardo, no ha despertado tanta expectación como la Vuelta a Francia, ni siquiera como la Vuelta al País Vasco. Pero en la historia del ciclismo hispano tiene ya su capítulo correspondiente, porque esta es la primera carrera femenina que se celebra en España. Para que tuviera caracteres de carrera de verdad, hubo accidentes y todo. Nadie se puede llamar a engaño.

En la primera carrera ciclista femenina, nosotros —modestia aparte— hemos sido los primeros y únicos seguidores. Tendremos que convertirnos, pues, en cronistas deportivos y hacer la reseña de este verdadero acontecimiento deportivo, que ha de repetirse, en vista del éxito obtenido. En efecto, a todo lo largo del recorrido, una gran cantidad de espectadores, parapetados tras sus bicicletas, presenciaron el paso de las routiers, con el mismo entusiasmo que si se tratara de profesionales, y algunos, convertidos en «cuidadores» espontáneos, las refrescaban al pasar con sendas duchas, administradas por el clásico procedimiento del cubo. 


Antes de la salida 

Junto al kilómetro dos de la carretera de El Pardo, las diez muchachas que de las diez y ocho inscritas iban a participar en la prueba, se ven rodeadas de admiradores y consejeros. Algunos ofrecen gratuitamente sus servicios de masajistas, y los guardias son impotentes para contener la avalancha de la muchedumbre. Las heroínas que se van a disputar el triunfo son: Faustina Valladolid, Angelita Torres, Carmen, Luisa y Esperanza Carmona; Mercedes Moreno, Carmen Piqueras, Angelita Cano, y una niña de nueve años; Anita Sánchez. El recorrido es de catorce kilómetros y cuatrocientos metros. 

Se da la salida; pero los espectadores se ponen delante, las corredoras se caen, se arma un gran barullo y se tiene que volver a repetir el número. Esta vez la salida vale y las muchachas, formando un compacto pelotón, empiezan a tragarse kilómetros, sin demasiado apetito. A un tren lento se cubre la primera vuelta del circuito, sin que se deshaga el pelotón, conducido por Faustina Valladolid. ¡Ah, es que las corredoras se han puesto de acuerdo! No empezarán a «carburar» hasta la segunda vuelta. Ya ven ustedes cómo saben hacer sus «tongos» como en las grandes competiciones. 


Empieza la carrera 

Realmente la carrera empieza a la segunda vuelta. Faustina Valladolid pedalea fuerte y en pocos segundos se separa de las demás. Cada una da el máximo de su esfuerzo, y en pocos metros, del compacto pelotón no queda más que el recuerdo. Todas las muchachas corren «por cuenta propia», y la que más y la que menos, aprovechando la ausencia de jurados, se ayudan con las martingalas propias de estos casos. Una se cae, y enseguida encuentra un espontáneo que le cambia la rueda. Otras corren cómodamente, empujadas por un par de mozos ciclistas de buena voluntad... Pero, a pesar de todo, Faustina Valladolid aumenta su ventaja. 

Entretanto, los excursionistas de los domingos han formado en la meta el tapón humano de todas las carreras. Llega Faustina y todos rodean a la vencedora en la misma cinta de llegada. Dos minutos después llegan casi juntas la segunda y la tercera: Angelita Torres y Mercedes Moreno. Angelita se cae, como todos los segundos de las carreras de bicicletas, y Mercedes, que viene muy rápida, tropieza con ella y cae también de un modo aparatoso, dándose contra un autobús allí parado. Los guardias se la llevan al botiquín de urgencia y algunos espectadores, para dar mayor emoción al festejo hablan de incendiar el autobús; apoteosis que no se consigue, porque el chófer no presta su colaboración y pone en marcha el motor. 

La vencedora ha empleado treinta minutos, lo que supone una media de treinta kilómetros. La niña Anita Sánchez ha llegado en séptimo lugar, ante Luisa y Carmen Carmona, que son las últimas. 


La vencedora 

Faustina Valladolid es toda una campeona, que podría hacer un gran papel en las carreras de hombres. Hermana de ciclistas y novia de un ciclista —uno de los hermanos Acero—, Faustina, todas las mañanas coge su «burra» y se va con ella a la fábrica de material eléctrico en la que trabaja. Los domingos y días de fiesta hace excursiones en bicicleta. ¡Y qué excursiones! Ella no regresa a casa sino después de haber pedaleado durante cien kilómetros. La carrera para ella ha sido un juego que ha resuelto a su favor sin la menor dificultad. 

—Más adelante correré con hombres, en carreras largas. Yo soy más bien corredora de fondo. 

Uno podría decir de fondo y de forma... Pero no sabe si en una reseña tan deportiva como esta se puede hablar así.


R.M.G.
Crónica, 18 de agosto de 1935