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2445. Banderas rotas




He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas
las que rompió la vida
la lluvia y la ventolera
de nuestra dura derrota.

Rota permanece aquella
que levantamos al cielo
pensando que la justicia
crecería como un vuelo
de gaviotas en el mar

y vimos cómo al final
sólo nos quedó el recuerdo
de un mástil desarbolado
y unos jirones de tela
rotos por el vendaval.

He puesto sobre mi mesa…

Rota permanece aquella
que ponía libertad
y que aupamos convencidos
de que al terminar la batalla
ésta íbamos a ganar

pero todo fue una amarga
e inútil desesperanza
cuando vimos que las huellas
de los grilletes dejaban
sus marcas sin borrar.

He puesto sobre mi mesa…

He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas
He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas.

Jose Antonio Labordeta





1360. Caminaremos

José Antonio Larbodeta
(10 de marzo de 1935 - 19 de septiembre de 2010)


Caminaremos
hasta el instante
en que en la lluvia
crezca la libertad:

sobre los campos,
sobre los tejados,
sobre la esperanza y la soledad.
Sobre los espantos,
sobre las nostalgias,
sobre los espacios,
crezca la verdad.

Caminaremos
hasta la aurora
en que en el viento
renazca la igualdad:

entre los hombres,
entre las palabras,
entre los gestos,
entre cada cual.
Entre las manos,
entre los rostros,
entre los labios,
renazca la verdad.

Caminaremos
hasta el momento
en que las manos
sean fraternidad:

de pueblo a pueblo,
de isla a isla,
de casa a casa,
de ciudad a ciudad.
De viejo a joven,
de amor a amante,
de padre a hijo,
sea de verdad.

Caminaremos
hasta el instante
en que la lluvia
crezca la libertad.

Caminaremos
hasta la aurora
en que en el viento
renazca la igualdad.

Caminaremos
hasta el momento
en que las manos
sean fraternidad.


José Antonio Labordeta








1092. El tiempo difícil

José Antonio Labordeta Subías
(10 de marzo de 1935 - 19 de septiembre de 2010)



A nadie golpeamos
y fuimos, al contrario, empujados,
hasta caer de bruces en la yerba.

A nadie hicimos daño
y fuimos juzgados,
silenciados, hundidos, una y otra vez.

No tuvimos valor de levantar la mano
de poner la mejilla, el otro rostro lado
para recibir un nuevo golpe.

Nada hicimos.

Enjugamos las lágrimas, el miedo,
arrinconamos nuestras dudas
los odios
y seguimos intentando vivir -¿vivir?-
amargamente unidos al espacio vital
que nos ofrecen.

Ahora, luego, ya nadie
se pregunte
qué hacer, qué caminamos.

Estamos todavía absorbidos por la tierra
brutal, seca, infinita
que nos tiene apresados.


José Antonio Labordeta









348. Labordeta, In Memoriam




Nací en Zaragoza en el año 1935, en el seno de una familia pequeño-burguesa e ilustrada. En mi casa igual se leía a Virgilio que a Lautremont. Tuve una infancia secretuda y llena de escondites donde guardaba mis ansias de ser un hombre. No fui buen estudiante pero sí buen amigo de mis amigos. De mi hermano Miguel heredé el ansia de escribir y de mi hermano Manuel la de cantar. ¡Él sí que cantaba bien!

De mi padre heredé los silencios y de mi madre la desconfianza hacia el ser humano.

Escribí versos, me reí con mis amigos y el franquismo me puso la cara seria hasta tal punto que, durante unos años, olvidé el reírme. Tan tarde empecé que ahora mi risa es un rictus un tanto conejil.

Un día me puse a cantar, pero nunca me lo tomé muy en serio porque estaba convencido de que ése no era mi oficio.

Oficié en Andalán con unos colegas inconscientes y seguí convencido de que lo mío era pasear por las mañanas en la zaragozana gusanera.

A mis veintitrés años vi por primera vez el mar, desde lo alto del Campamento de Milicias Universitarias de Castillejos. Desde allí descubrí el cabo de Salou. Luego vi el Cantábrico y entendí a los poetas ingleses.

Ahora sólo me produce intranquilidad el fax. Lo demás, a mi edad, ya casi lo tengo todo controlado, menos la vida, naturalmente.


José Antonio Labordeta
10 de marzo de 1935 – 19 de septiembre de 2010