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Memoria de las mujeres

Desde la raíz

Introducción a Memoria de las Mujeres

 

 

Sería en el mes de octubre de 2021 cuando empecé a colaborar con el periódico digital Nueva Revolución llevando a cabo una serie de entrevistas a mujeres de toda la geografía española vinculadas, por razones de parentesco o actividad -o por ambas cosas-, con la memoria histórica, democrática o antifascista, como le gusta decir al director de Nueva Revolución, Anxo Padín.

 

La elección de este tema no fue fruto del azar, sino resultado de una conversación meditada con el propio Anxo, en la que ambos colegimos que la revolución será femenina o no será, y que las mujeres republicanas han sido las grandes invisibilizadas de la historia: por su condición femenina, por su ideario político, por ser las compañeras de los perdedores de la guerra. “Las olvidadas de los olvidados”, como las define la escritora Fermi Cañaveras, una de las entrevistadas que aparecen en esta publicación.

 

Antes de seguir he de decir que Nueva Revolución es un periódico digital que surge en diciembre de 2014, con el objetivo de ser un espacio plural para el debate y la reflexión, donde las diversas corrientes políticas puedan confluir sin la opresión de intereses partidistas o corporativos. Desde su fundación, ha buscado ir más allá de la superficialidad informativa para convertirse en una voz de resistencia y conciencia social y un lugar de denuncia de injusticias políticas, sociales, medioambientales o humanas, en un mundo mediático donde las noticias son cada vez más mercantilizadas y las voces disidentes, silenciadas.

 

Bajo el epígrafe “Memoria de las Mujeres” hoy se reúnen en esta publicación conjunta los testimonios de veinticinco mujeres que se fueron publicando por separado en dicho medio digital a lo largo de casi tres años -desde octubre de 2021 a septiembre de 2024-. El objeto de dicho trabajo es transmitir, a través del análisis y la reflexión, unos hechos de nuestro pasado más reciente que las  mujeres entrevistadas conocen muy bien, por su condición de familiares de víctimas, o por los conocimientos científicos y la actividad profesional que muchas de ellas vienen desarrollando -hay entre las entrevistadas historiadoras, arqueólogas, antropólogas, documentalistas, profesoras de universidad, escritoras, cantautoras, periodistas, editoras-.

 

El sentido último que alienta estas veinticinco entrevistas en clave de mujer es, sin duda, la búsqueda de la verdad, pilar fundamental en el que se sustenta la memoria histórica para, de esta manera, hacer justicia y llegar a la reparación simbólica de unos hechos sistemáticamente silenciados a lo largo de casi noventa años. También por razones de no repetición -conocer los errores del pasado para no volver a cometerlos-, principios todos ellos del derecho internacional. También porque tenemos, seguimos teniendo, una deuda histórica con los verdaderos artífices de la democracia, mujeres y hombres  que creyeron, lucharon y hasta dieron su vida por conseguir unas condiciones de vida más justas (acceso a la educación, igualdad de géneros, mejores condiciones laborales, sanitarias…) que nosotros ahora estamos disfrutando.

 

Hay un momento en mi vida, de esos que yo llamo epifánicos, que me quedó grabado con huella indeleble. Tuvo lugar en el año 2012, cuando ultimaba los detalles de mi libro “Los cinco de Trasrey y otros relatos”. Ocurrió mientras realizaba una visita a una sobrina de las víctimas de esos cinco hombres, entre ellos mi abuelo, fusilados en las tapias del cementerio de Astorga el 9 de octubre de 1936, y en la cocina de la casa de esa mujer, delante de una caja de cartón que contenía los objetos de su tío que guardaba como un tesoro -una petaca, las cartas que enviaba desde la prisión, entre ellas la que escribió en capilla…- me confesó que los mayores nunca les hablaban a los niños de los horrores de la guerra para que no crecieran con odio y que ella de pequeña, recluida con su madre en una habitación oscura, le leía las cartas de su tío porque su progenitora no sabía leer ni escribir. Con gran pesar  lamentaba no haber preguntado más para saber más cosas de lo que pasó entonces. Pero lo que más me impactó de ese encuentro fue que me dijera, con una insistencia fuera de lo normal, que lo único que quería es  que se supiera lo que pasó, que les mataron por sus ideas y que eran inocentes.

 

Esa mujer ha perdido la memoria, pero sus palabras, su sentir, su deseo, hoy sé que no era solo suyo, sino que respondía a un sentir colectivo, atávico, heredado. De eso y no de otra cosa trata la memoria histórica, de salvaguardar unos hechos del pasado para que no caigan en el olvido, y que tanto dolor, sufrimiento y pérdidas transciendan y tengan algún sentido. Es obvio que la memoria no importa a todos, pero sí importa a los que sufrieron y sufren su dolor en silencio durante décadas. Importa para que los hechos del pasado no caigan en el olvido. Importa porque si no conocemos nuestro pasado estamos condenados a repetirlo. No hay en ello deseo de venganza, como muchas veces se ha acusado torticeramente a familiares, asociaciones, historiadores, estudiosos de la memoria -parece mentira que a estas alturas de la historia se pueda decir esto-, sino que responde a una necesidad y un deber de justicia para quieres nos precedieron y pagaron, a veces con su vida, el intento de hacer del mundo un lugar mejor, más habitable. Responde a razones de humanidad. “Que aunque no he hecho nada muero inocente (…) no maldigáis a nadie y perdonar a todos como yo lo hago (…) conservad todo esto que os mando para el día de mañana que podáis decir que esto nadie lo borre, esto os lo digo a las cinco de la mañana del 9 y a las 6 ya estoy para el otro mundo”, serán las últimas palabras de despedida que ese familiar una mañana de mediodía y domingo del año 2012, puso delante de mis ojos. ¡Tantas cartas de condenados a muerte transmiten idéntico mensaje!

 

No sé, a veces me digo que tal vez todas estas cosas suenen a repetidas, sin embargo, cada vez tengo más claro que no importa repetir si lo que repetimos, importa. Y esto importa. Nos importa.

 

Doce años han pasado desde aquel momento y algunos cambios se han producido. El auge del fascismo a nivel internacional y nacional es una realidad que viene a demostrar que las conquistas sociales, conseguidas con tanto sudor y lágrimas, con tantas vidas y lucha, no son permanentes, y que la historia es un terreno movedizo en el que no se siempre se producen avances.

 

Vivimos tiempos feos, tiempos de vocinglerío, de confusión, de ruido inducido.

 

Tiempos en los que a veces desde ciertas instancias del Estado social y democrático de derecho se da la espalda a eso que el propio Estado promulga.

 

Tiempos en los que se produce una banalización del lenguaje y palabras como libertad, que tanto costó levantar, son manipuladas por el liberalismo más atroz mientras 7291 ancianos mueren en residencias durante la Covid-19 por falta de asistencia.

 

Tiempos en los que la bestia ha despertado, cargada de odio y de mentiras.

 

Tiempos oscuros, inciertos, sin petirrojos, esos pájaros a los que alude David Lynch en Terciopelo azul. “Soñé que el mundo era oscuro porque no había petirrojos y los petirrojos representan el amor”, dirá la luminosa Sandy mitad del film en alusión a ciertas épocas oscuras, de guerras, de catástrofes naturales, de enfermedades, en las que la maldad se instala causando en la humanidad un tremendo sufrimiento.

 

Tiempos en los que se hace necesario, tan necesario o más que siempre, seguir defendiendo, con claridad y calma, con perseverancia, que la memoria no abre heridas sino que las cierra y que no se puede pasar la página de la historia sin antes haberla leído y reflexionado sobre ella. “Nosotros a lo nuestro, la mirada al frente, el objetivo claro”, dice siempre el investigador y militar Miguel García Bañales. O como dijo hace unos días el dramaturgo, miembro de la Real Academia española y coautor del guión de la imprescindible obra teatral “1936 ¿El año en que España entró en shock?”: “Hablar serenamente sobre la guerra es trabajar para la paz y es deber de la memoria histórica”.

 

Todo esto me remite a otro momento también epifánico, también revelador, que ocurrió en la visita que mi sobrina Lucía y yo hicimos a la exposición “Auschwitz, no hace mucho, no muy lejos” el 3 de enero de 2018. Ya salíamos, consternadas, de ver  lo que fue el horror más grande de la historia, cuando nos llamó la atención un video en el que un testigo de la masacre hablaba del concepto de superioridad de unos hombres sobre otros, creado por el régimen nazi, tan perverso que daba potestad de exterminar a los que dicho régimen catalogaba de inferiores. Con palabras sencillas decía que estas cosas empiezan con algo pequeño como coger manía al vecino distinto y con palabras sencillas también daba la solución, la cura, el remedio, que consiste en la aceptación del otro, sea amarillo o rojo o blanco o multicolor.

 

Con la convicción de que sin memoria no hay futuro y de que es esencial que la juventud coja el testigo como salvaguarda de la misma y evitar que los hechos del pasado no caigan en el olvido, hay una pregunta final que formulo a todas las  entrevistadas: Qué les dirían a los jóvenes en materia de memoria histórica. Las respuestas son unánimes y coinciden en que sean inquietos, pregunten, lean, se informen, escuchen los testimonios orales que quedan, se sirvan de fuentes científicas, asentadas en horas de trabajo e investigación en los archivos. Porque si una cosa hizo el franquismo fue dejar constancia escrita de la barbarie, y los archivos están plagados de documentos que nos revelan lo que pasó.

 

Soy plenamente consciente también de que el franquismo sociológico impuesto con su férreo control sobre la Iglesia, la escuela y la prensa, es un lastre que llevamos arrastrando durante décadas. No es casual que las instancias educativas, pilares fundamentales de transmisión de conocimientos, se salten sistemáticamente esta parte de nuestra historia.

 

Como decían Beatriz García Prieto y Enrique Javier Díez Gutiérrez en la presentación del libro “La memoria histórica democrática de las mujeres: segunda República, guerra civil y exilio” el pasado 4 de diciembre de 2024 en la librería Meta de Madrid, hay que educar en el antifascismo lo mismo que se educa en respeto, en empatía, en valores humanos, en diversidad. Ese es el reto. Ese es el trabajo. Ese es el camino. Memoria y responsabilidad, en palabras de la profesora Ruth Sanz Sabido, van de la mano.

 

Solo me queda dar las gracias a cada una de las veinticinco mujeres que con sus testimonios han contribuido a que este proyecto vea la luz: Susanna Toral Cabau, Isabel Revilla del Río -Isamil9-, María Eugenia Castiello Canal, Cristina Pimentel Huerga, Luisa Vicente Martín, Ruth Sanz Sabido, Pepa Miranda,  Laura González Garrido, Beatriz García Prieto, Hedy Herrero, Ana Gaitero Alonso, Tere Rivas López, María Antonia Reinares Alonso, Fermi Cañaveras, Silvia Traversa, Neus Roig Pruñonosa, Laura Martínez Panizo, Camino Alonso Díez, María Torres Celada, Maribel Luna Baragano, María Jesús Izquierdo García, Ana Cristina Rodríguez Guerra, María Huelva Salas, Yaiza Alonso Beltrán, y Eloína Terrón Bañuelos, mujeres con las que me siento unida por el hilo invisible de la memoria en esa familia, no de sangre, que he ido encontrando en el camino. Su disponibilidad y sus contribuciones han sido un hermoso regalo de la vida.

 

A Anxo Padín, a quien felicito por su trabajo encomiable a lo largo de estos diez años en el periódico Nueva Revolución y su incesante defensa de la libertad -empezando por la de expresión-. Desde aquí quiero manifestarle mi gratitud por la confianza que depositó en mí, su respeto, su amistad.

 

A Cristina Pimentel y Jesús Palmero, integrantes de la editorial Marciano Sonoro, por su compromiso claro y rotundo por la memoria y la democracia, que van de la mano.

 

A la Fundación Jesús Pereda de CC.OO de Castilla y León y, en concreto, a su presidente, José Ignacio Fernández Herrero, que tanto ha trabajado desde el compromiso sindical por la justicia social y la libertad verdadera, porque cuando le pedí que el proyecto de publicación conjunta de estas entrevistas concurriera, a través de la fundación que preside, a la convocatoria de subvenciones del Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, no lo dudó un instante.     

 

A Miguel García Bañales, que tanto trabajó por sacar a la luz la historia silenciada de mi pueblo, Valderas, y me enseñó que la memoria propia no se expropia.

 

Por supuesto, a Antidio Gómez Carriedo, mi padre y fuente de memoria, y a mi abuela, Sotera Carriedo Ortega, esa mujer de luto vitalicio que entre otros méritos supo mantener intacta la memoria de su marido asesinado.

 

A las mujeres de mi vida, madre, hermana, sobrina, con las comparto pan y  tiempo en tardes de camilla y labor.

 

A Miguel Ángel Paramio Rodríguez, que siempre está, y comparte mi entusiasmo y zozobras.

 

A Ellas y Ellos, cuyos nombres y biografías  aparecen en esta publicación, y por extensión a todas Ellas y Ellos, verdaderos padres de la democracia y objetivo último de este trabajo, con los que, como dijo Isamil9, somos una deuda de amor inabarcable.



Sol Gómez Arteaga

Memoria de las mujeres

Editorial Marciano Sonoro, 2025




Presentación del libro en Vigo: 


11 de septiembre de 2025

20:00 horas

Libreria Librouro


Organiza: Asamblea Republicana de Vigo





3511. Antonio García Hevía, deportado nacido en Hontoria de Cerrato. Negativa y silencio de un alcalde del PP para evitar la colocación de una stolpersteine en su recuerdo

 


 

Nacidos o vecinos de la provincia de Palencia hubo 30 deportados (29 hombres y una mujer) a campos de concentración nazis. De ellos, 19 fueron asesinados allí (16 de ellos en Gusen/Mauthausen, 2 en Sachsenhausen y el restante en Dachau), 10 fueron liberados con vida y de otro no se tienen datos.

 

A pesar de que han pasado ya más de ochenta años de estas muertes, nunca se ha hecho ningún homenaje ni acto de reconocimiento a ninguno de ellos, ni individuales ni colectivos, en la provincia palentina. En agosto de 2019 el grupo de IU en la Diputación de Palencia y en mayo de 2021 el grupo municipal de Ganemos en el ayuntamiento de la capital propusieron sendos homenajes a estas víctimas; ninguna de ambas propuestas se llevó a cabo por el voto en contra o el no apoyo del resto de los grupos políticos en cada caso.

 

A finales de 2024 la ARMH de Palencia en unión del grupo de familiares de ANTONIO GARCÍA HEVIA (apoyados por el grupo municipal de IU) solicitó al ayuntamiento de Hontoria de Cerrato (Palencia), de donde era natural Antonio, la cesión de un local para un acto de reconocimiento y la autorización para la colocación en el citado municipio de un “adoquín de la memoria” en recuerdo del deportado local asesinado en Gusen (Austria).

 

Desde el primer momento el alcalde de Hontoria de Cerrato, el popular Juan Antonio Abarquero se mostró en desacuerdo con la celebración de estos actos (y, al menos en dos ocasiones, manifestó en privado, una frente al representante de la ARMH y otra frente a los familiares, que mientras él fuese el alcalde, en su pueblo no se iba a celebrar ningún acto de este tipo) y desde entonces no ha hecho más que recurrir a tácticas dilatorias para dificultar y retrasar en lo posible la posible celebración del homenaje. Tácticas tales como no aceptar la recepción del escrito de solicitud por un defecto de forma (que se podría haber subsanado al momento) o exigir a los familiares que demostrasen su parentesco con el deportado cuando todas las partidas de nacimiento necesarias están en poder del propio ayuntamiento y se pueden comprobar en unos minutos; entre otras.

 

ANTONIO GARCÍA HEVIA nació en la calle El Palacio de Hontoria de Cerrato el 13 de junio de 1898, hijo y nieto de pastores originarios de Baltanás (que en esos años y con esa ocupación sabían todos leer y escribir). A partir de ese momento se pierde todo rastro documental (sus padres volvieron años más tarde a residir a Baltanás -la frecuente itinerancia entre pueblos próximos era algo muy habitual entre los pastores castellanos debido a su trabajo- y sólo una hermana suya, Catalina, continuó en Hontoria de Cerrato al casarse con Ciriaco Gutiérrez, pastor local. De este matrimonio descienden los familiares de Antonio que están reclamando el homenaje, ya que Antonio no tuvo descendencia) y no volvemos a saber nada de él hasta principios de los años 30 cuando aparece residiendo en la Colonia de Tormos, en Alcalá de Gurrea (Huesca), donde vivían (muchos de ellos con sus familias) los numerosos trabajadores que construían la presa de La Sotonera. En esta colonia y en este trabajo sorprende a Antonio el golpe de estado y la posterior Guerra Civil.

 

Todos los indicios apuntan a que Antonio no combatió en la citada guerra, primero por su edad (38 años) y segundo porque su nombre no aparece en ninguno de los archivos españoles como combatiente en el conflicto.

 

La llegada de la guerra trajo consigo una enorme y brutal represión sobre los trabajadores de la presa (mayoritariamente anarquistas) que fueron asesinados o encarcelados, aunque alguno, entre ellos Antonio, consiguió llegar a la zona republicana. Tampoco sabemos su papel en los siguientes tres años, aunque todo apunta a que apoyó al gobierno legal, lo que trajo consigo que se viese obligado a exiliarse en Francia (probablemente a través de la frontera catalana) para salvarse de la represión fascista, ya fuese en forma de prisión o de fusilamiento.

 

Ya en Francia es encuadrado (junto con algunos compañeros suyos de la Colonia de Tormos que corrieron su misma suerte hasta el final) en una Compañía de Trabajadores Extranjeros en Los Vosgos, la 88ª u 89ª CTE. El 20 de junio de 1940 todos ellos fueron capturados por el ejército nazi y trasladados a stalags (campos de prisioneros) ya en territorio alemán. Concretamente Antonio García Hevia fue internado en el stalag XI-B Fallingbostel hasta que el gobierno golpista español manifestó a sus aliados nazis (a consulta de estos últimos) que estos prisioneros republicanos “no eran españoles”.

 

Tras esta respuesta del gobierno de Franco todos estos prisioneros fueron deportados a campos de concentración nazis. La mayoría de ellos, Antonio incluido, al de Mauthausen (Austria). El cinco de septiembre de 1940 Antonio García Hevia, con el número de prisionero 41717, partió en un convoy hacia Mauthausen junto con otros 201 compatriotas republicanos (151 de ellos fueron finalmente asesinados, 126 en Gusen).

 

El 8 de septiembre de 1940 llegaron todos ellos a Mauthausen. A Antonio le tomaron sus datos (y gracias a estos datos conocemos su final y su vinculación con Ciriaco Gutiérrez, casado con su hermana Catalina) y le asignaron el número de prisionero 4361.

 

La terrible dureza del trabajo y de las condiciones de vida en este campo, sumado a su edad, trajo consigo que el 24 de enero de 1941 fuese trasladado al campo auxiliar de Gusen (donde iban a parar, para morir, los prisioneros que por su estado ya no eran útiles para el durísimo trabajo del campo), con su nuevo número de prisionero, 9259, permaneció allí hasta el 9 de julio de ese mismo año, cuando falleció.

 

Desde 1992 se han colocado más de 100.000 adoquines de la memoria (stolpersteine en alemán) en 29 países. En España, con alrededor de 7.500 deportados asesinados, ya hay colocados más de 500. Concretamente en Castilla y León, con 381 muertos, hay ya más de 60 stolpersteine instalados.

 

Este sencillo acto de reconocimiento y homenaje es lo que los familiares de Antonio, junto a la ARMH Palencia e IU de Hontoria de Cerrato, pretenden hacer en su pueblo natal si el PP y su alcalde no consiguen impedirlo.

 

El último pleno ordinario en el citado ayuntamiento se celebró el pasado mes de diciembre. En dicha sesión el alcalde de Hontoria de Cerrato se negó a incluir este tema en el orden del día, como tampoco respondió al concejal de IU en el turno de Ruegos y Preguntas ni atendió a las demandas de los familiares de Antonio allí presentes.

 

El próximo pleno ordinario deberá de celebrarse durante este mes de marzo. Aún no sabemos ni la fecha ni los puntos del orden del día. Si nuestra solicitud no está incluida en ese orden, los concejales de IU volverán a recabar información en su turno de Ruegos y Preguntas. Si transcurrido este pleno no tenemos una respuesta a nuestra solicitud recurriremos a los medios que la administración pública nos ofrece, concretamente el Defensor del Pueblo y la Secretaría de Memoria Histórica, a nivel estatal, y el Procurador del Común, a nivel autonómico.


 

ARMH PALENCIA

Ángel Redondo





3510. Mi libertad paso a paso. La historia del deportado cántabro Victoriano Estalayo Montes

 

«Todos los crímenes tienen perdón, y hallan indulgencia,

menos el crimen de echar a los hombres de su tierra.»

José María Quiroga Plá

 

 

 

Conocí a Fernando Rodríguez Estalayo una tarde de invierno de 2019 en Negreira, donde acudí para impartir una conferencia sobre los pontevedreses deportados a los campos nazis. Desde el primer momento me sorprendió su interés sobre este asunto y pronto descubrí, a través de sus palabras, que era familiar de un deportado y de que había movido cielo y tierra para intentar recomponer la triste historia de su tío Victoriano Estalayo Montes, un cántabro nacido en Las Rozas de Valdearroyo en 1913, panadero de profesión, que fue asesinado en Gusen a los 28 años.

 

Recomponer la vida de una víctima no es tarea fácil, pero Fernando, tras años de investigación y trabajo, pudo culminar lo que era uno de los objetivos de su vida y un homenaje para su tío Victoriano: publicar una novela con su historia bajo el título de Perro Rojo. De Cantabria a Mauthausen en busca de la libertad, editada por Letra Minúscula en 2022.

 

Ahora, con este libro que tengo el honor de prologar, va más allá. Victoriano ya no es el personaje de una novela, es el actor principal de la historia real de lucha, vida y muerte de un joven panadero, militante de las Juventudes Socialista Unificadas, que tras el golpe de estado de julio de 1936 se incorpora a las milicias para defender el gobierno elegido democráticamente por el pueblo español, que alcanza el grado de sargento del ejército republicano luchando en el Frente Norte, y que tras la caída de Santander fue hecho prisionero por los franquistas y confinado en uno de sus campos de concentración del que posteriormente se fuga para incorporarse de nuevo a las filas de la República con las que combate en la Batalla del Segre alcanzando el grado de Teniente.

 

Tras la caída de Cataluña, Victoriano cruza la frontera francesa como tantos otros exiliados, huyendo de la represión franquista, en busca de una libertad incierta y con la tibia esperanza de iniciar una nueva vida. Pero ni tan siquiera esto le fue permitido. Nada más cruzar la frontera  fue encerrado en el Campo de Septfonds, (conocido como Camp de Judes), creado con urgencia en febrero de 1939 en la ciudad del mismo nombre perteneciente al departamento de Tarn y Garona. Según relataba Mariano Marcos, uno de los prisioneros, «las condiciones de éste  campo eran deplorables, y los prisioneros estaban a merced de enfermedades, piojos y de vivir en barracones hacinados, junto a las ratas que se paseaban sin pudor y que nos obligaban por las noches a taparnos por completo hasta la boca, si no queríamos que las ratas nos hicieran cosquillas en la cara

 

Francia había pedido formar una "zona neutral" en territorio español donde pudieran establecerse los refugiados republicanos bajo supervisión internacional, evitando abrir así los pasos fronterizos a varios miles de civiles españoles, pero Franco rechazó la propuesta. El falangista José Esteban Vilaró explicaría después en su libro El ocaso de los dioses rojos el deseo del dictador: «Los rojos sobrevivirán sólo en la infamia, antes de que desaparezcan del imaginario colectivo y de los anales de la historia para siempre. Ellos se marchitarán sin gloria por los más remotos lugares del mundo. Es, al fin y al cabo, la historia de todos los emigrados […] La historia de todos los emigrados es la historia de un lento desaparecer sin gloria.»

 

Malditas las democracias europeas responsables de la catástrofe; maldito Franco que no se conformó con la victoria y decidió la aniquilación de los perdedores; maldita Francia que no socorrió a estas personas, denominando La Retirada como «invasión de bandidos y asociales españoles, asesinos de religiosos y gentes de orden», internándoles como ganado en condiciones deplorables. 

 

Desde abril de 1938 Édouard Daladier, estaba al frente de la jefatura del gobierno francés. Fue Daladier quien en septiembre de ese mismo año firmó los acuerdos de Munich, que suponían la anuencia a la anexión de Austria por la Alemania nazi y la cesión ante sus pretensiones en Checoslovaquia. Y también fue el gobierno de Daladier quien en noviembre de 1938 aprobó un decreto que permitía el internamiento de "extranjeros indeseables" bajo vigilancia permanente por el peligro que pudiesen representar para el Estado. Los "indeseables", "la escoria española", como eran denominados por muchos franceses, aquellos que también lucharían contra el nazismo para liberar Francia, se encontraron con que el territorio de su recién iniciado exilio era una playa. Llegaban exhaustos tras caminar varios días, con las manos vacías, hambrientos, y muchos enfermos o heridos. Habían perdido una guerra y tras la alambrada de espino perderían la libertad.

 

Con 26 años y agotado tras tres años de dura guerra, Victoriano comprobó que su recién estrenado exilio era similar a los campos de prisioneros en los que estuvo internado en España, sometido a un régimen de miseria, hambre, sed, frío y humillación. Además fue coaccionado por las autoridades francesas para regresar a España y para evitarlo terminó enrolándose en la 11ª Compañía de Trabajadores Extranjeros, una de las muchas unidades militarizadas al servicio del ejército francés, a las que se envió a los exiliados para acondicionar y mantener la que decían "inexpugnable" línea Maginot, 400 kilómetros de frontera que les separaban de la inminente invasión nazi y donde cayeron prisioneros miles de españoles que más tarde serían deportados a los campos de concentración del III Reich.

 

Desde Septfonds, el 29 de marzo de 1939, Victoriano, enterado de que México estaba dispuesto a acoger a los republicanos españoles que huyendo del franquismo se habían refugiado en Francia, escribió a la Legación de los Estados Unidos Mexicanos en París solicitando ayuda para poder llegar a México, pero esa ayuda y los pocos dólares que necesitaba para el traslado, nunca llegaría.

 

Victoriano Estalayo cayó prisionero del ejército alemán en Dunkerque en mayo de 1940. Trasladado al stalag de Trier, un campo de prisioneros de Guerra, más tarde sería deportado al campo de los españoles: Mauthausen,  campo de concentración establecido tras la anexión de Austria por parte de Alemania. Se construyó cerca de una cantera abandonada junto al Danubio, a cinco kilómetros de la ciudad del mismo nombre.  A principios de 1941 los nazis calificaron a Mauthausen como el único campo de categoría III, la categoría reservada a los campos de régimen más duro. Según un decreto oficial, Mauthausen estaba reservado a los prisioneros "culpables de acusaciones realmente graves, incorregibles, asociales y convictos por causas criminales, es decir, gente en custodia preventiva, con pocas probabilidades de poder ser reeducada".

 

Mauthausen llegó a administrar más de sesenta subcampos por todo el norte de Austria, donde miles de prisioneros tuvieron que trabajar hasta la muerte. Especialmente duro fue el subcampo de Gusen denominado “el matadero”, y en el que pereció la gran mayoría de españoles.

 

Victoriano fue transferido a Gusen, esclavizado en su terrible cantera, y pereció tras un sufrimiento inconmensurable el 30 de noviembre de 1941, cuando solo tenía 28 años.

 

Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi deportó a cientos de miles de personas de diferentes nacionalidades a campos de concentración, destinadas al trabajo esclavo y al exterminio. La idolología nazi condujo a la persecución sistemática y al asesinato planificado de millones de personas. Como se comprobó entonces, y en repetidas ocasiones posteriores, la estructura ética de una sociedad puede desplomarse con mucha facilidad.

 

Por eso es tan importante que reconstruyamos sus vidas y las demos a conocer, que hagamos Memoria y Justicia, que les devolvamos las capas de humanidad que les fueron arrebatadas por los nazis cuando fueron convertidos en tan solo un número.

 

Así lo hace Fernando Rodríguez Estalayo en este libro. Lleva años hilvanando la historia de su tío Victoriano, con la dignidad y el respeto que le otorga el sufrimiento padecido. Detrás de cualquier sufrimiento siempre hay una víctima y sus familiares. Y detrás de sociedad herida, al ritmo de un diapasón que va marcando sin tregua el paso del tiempo, solo existe una palabra: impunidad.

 

Por ello debemos ser conscientes de la fragilidad de la libertad de la que gozamos y de que tenemos el compromiso moral y la responsabilidad de no olvidar, porque en esta España tan precaria en memoria, tenemos que seguir insistiendo en que el olvido es inadmisible.

 

 

María Torres Celada

Investigadora histórica y memorialista

 

Vigo, 27 de enero de 2024

Día Internacional de Conmemoración en Memoria das Víctimas del Holocausto.

 

Prólogo de Mi libertad paso a paso. Victoriano Estalayo Montes, de Fernando Rodríguez Estalayo, marzo 2024


El libro será presentado en Santiago de Compostela el próximo 15 de mayo a las 19:30 horas en el Centro Internacional de Prensa de Galicia (Rúa Nova, 9)







3509. Acto de colocación de stolperteine en recordo dos redondelanos deportados a Mauthausen

 

Redondela, 27 de xaneiro de 2024 - Fotografía de José Manuel Rodríguez Crespo


María Torres - Redondela, 27 de xaneiro de 2024

 

Hoxe é un día importante. Grazas ao Concello e ao Colectivo Republicano de Redondela por facer posible que hoxe esteamos aquí, nun acto de recordo, recoñecemento e homenaxe.

 

Para min é a culminación dun traballo que comezou hai anos, cando inicie a investigación da historia de vida e morte dos deportados de Pontevedra.

 

Hoxe é o Día Internacional de Conmemoración en Memoria das Vítimas do Holocausto.

 

Hoxe, Olimpio, Antonio, José María e Alejandro regresan a casa, á súa terra, tras décadas de esquecemento. Redondela, o concello que os viu nacer, mantén hoxe viva a súa Memoria coa colocación de catro stolpersteine, que formarán parte do memorial polas vítimas do holocausto máis grande do mundo. Serán as primeiras stolpersteine, e espero que non as últimas, da provincia de Pontevedra.

 

Isto non sería posible sen a total implicación do Colectivo Republicano de Redondela e en especial de Pedro Vieitez. Nunca tan poucos fixeron tanto. A eles debémoslles que a Memoria de Olimpio, Antonio, José María e Alejandro permaneza xa para sempre en terra galega. Tamén debemos sinalar a valiosa colaboración do Concello de Redondela.

 

A pesar dos anos transcorridos hai que involucrar ás xeracións futuras para previr; hai que rexeitar a quen nega o ocorrido e condenar calquera manifestación de intolerancia. Por último hai que honrar a memoria das vítimas para que non sexa esquecida.

 

Gustaríame pedir ao Concello de Redondela que se sumase ao Día Internacional en Memoria das Vítimas do Holocausto, e que declarase a partir de agora, todos os vinte e sete de xaneiro, día do recordo aos seus catro veciños que foron confinados nos campos de concentración nazis, como o veñen facendo desde hai anos multitude de municipios do Estado español cos seus deportados.

 

A estrutura ética dunha sociedade pode esborrallarse con facilidade. No século vintiun deberiamos pensar que agora non hai espazo para a intolerancia, pero estamos a asistir a unha visión terrible: a intolerancia está asentada na política, atenaza ás minorías, aos refuxiados, aos que con diferentes a rancios canons establecidos. Por iso agora máis que nunca debemos defender os dereitos humanos, os valores universais dun mundo baseado na xustiza e a igualdade. Os mesmos valores polos que loitaron os nosos deportados e deportadas en Europa. Debemos adquirir o compromiso moral e a responsabilidade de non esquecer, de non esquecerlos.

 

Tampouco debemos esquecer que os deportados e deportadas aos campos nazis non só son vítimas do nazismo, tamén o son do franquismo. O Goberno franquista que detentaba o poder en España desde a finalización da Guerra en abril de mil novecentos trinta e nove, tivo coñecemento de que miles de españois foron feitos prisioneiros polos nazis sen que en ningún momento preocupase a súa situación nin pola salvagarda dos seus dereitos amparados pola Convención de Xenebra.

 

Sabemos, en base aos feitos e os documentos, que os españois e españolas foron deportados por unha decisión política de Franco, Hitler e Pétain. Por iso  recibiron un trato diferenciado do resto dos prisioneiros. Hoxe sabemos que as autoridades franquistas tiñan coñecemento do destino que se reservaba a este colectivo de españois xa que foron consultadas polo goberno alemán. Non se prestou a estas persoas ningunha protección. Isto conduciu aos exiliados españois, aos combatentes españois, aos campos nazis. Sufriron persecución, explotación polo traballo, deportación e para a maior parte deles, a consecuencia foi a morte tras un sufrimento inconmensurable. Foron deshumanizados, escravizados e a súa vida non tiña ningún valor.

 

Malditas as democracias europeas responsables da catástrofe; maldito Franco que non se conformou coa vitoria e decidiu a aniquilación dos perdedores; maldita Francia, que non socorreu a estas persoas, denominando A Retirada como «invasión de bandidos e asociales españois, asasinos de relixiosos e xentes de orde», internándolles como gañado en condicións deplorables.

 

Cando morreu o ditador Franco, os deportados, estes homes e mulleres que tanto sufriron, membros dunha xeración desgraciada como poucas, seguiron sepultados no esquecemento. A transición e a democracia convertéronse para eles nunha nova e máis dolorosa traizón.

 

Ao redor de douscentos galegos sufriron o inferno nazi. Preto de 40 naceron na provincia de Pontevedra.

 

Talvez a moitos lles pareza unha cifra insignificante, pero pódovos asegurar que non o é. Son vidas que quedaron atrapados entre dúas guerras, que representan a derrota republicana, o racho da distancia da terra pola que loitaron para alcanzar unha sociedade máis libre. Exiliados que chegaron como puideron a Francia, ou ao Norte de África, fuxindo da represión franquista en busca dunha liberdade incerta e coa morna esperanza de iniciar unha nova vida. Pero nin tan sequera isto foilles permitido.

 

Algúns dos que sobreviviron á deportación, partícipes da vitoria sobre o nazismo, recibiron medallas, foron heroes de guerra, da resistencia, da liberación, da liberdade e con todo ninguén na súa cidade, no seu país, acordouse deles, salvo as autoridades franquistas que durante moitos anos foron engrosando cos seus nomes e interminables ordes de busca e captura os negros expedientes sumarísimos daquel tempo de infamia.

 

Todos sufriron o silencio, a desmemoria e a dolorosa morte lenta pero irremediable do exilio. Francia e as mesmas democracias que abandonaran á súa sorte á República española, sepultaron a súa loita e comezaron a ver no franquismo un aliado afín aos seus intereses.

 

Hoxe é un día importante. Reconstruímos as vidas de Olimpio, Antonio, José María e Alejandro e dámolas a coñecer. Estamos a facer Memoria e Xustiza. Estamos a devolverlles as capas de humanidade que lles foron arrebatadas polos nazis cando foron convertidos en tan só un número.

 

Insisto, debemos ser conscientes de que temos o compromiso moral e a responsabilidade histórica de non esquecer, porque nesta España tan precaria en memoria, temos que seguir insistindo en que o esquecemento é inadmisible.

 

Debemos ser conscientes, tamén, do fráxil que é a liberdade da que gozamos.

 

Espero e desexo que sexamos capaces de estar vixiantes, de retomar o camiño que os nosos deportados e deportadas trazaron e que non lles esquezamos nunca.

 

Nunca mais!

 

Moitas grazas.