Su delito consistía en haber
lavado la ropa de los milicianos heridos
El hecho ha sido relatado por un corresponsal. Se trata de un caso
revelador y sintomático. El de Encarnación Jiménez. He aquí algunos
detalles:
Encarnación Jiménez era una pobre mujer, ya de edad, que ganaba su
triste vida trabajando como lavandera en el Guadalmedina. Y durante los meses
últimos se había proporcionado unos jornales lavando ropas de heridos
milicianos de los que llevaban para su curación a un hospital.
La detuvieron unos falangistas. Y la llevaron nada menos que ante
un Consejo de guerra. Era después de los primeros días de la ocupación. Se
esperaban en el puerto navios de guerra ingleses y Queipo había ordenado que se
procediera con prudencia. Ya no se mataba tanto ni con tanta desfachatez
escandalosa, si bien se continuaba encarcelando sin tregua. Encarnación Jiménez
vióse delante de unos jefes y oficiales que la contemplaron con ojos cansados y
soñolientos. (Los matarifes, luego de una larga jornada, deben, de tener la
mirada como ellos la tenían.) Y les preguntó qué crimen había cometido para que
le llevaran de aquel modo a un Tribunal.
—Se le acusa —dijo el presidente—de haber ayudado a los
"rojos".
—Yo no me he metido nunca en política.
—Sí. Pero ha lavado usted la ropa de los milicianos heridos.
—¿Y eso es un delito? —exclamó, asombrada, Encarnación
Jiménez.
Sí lo era. Y tan grave, tan imperdonable que la condenaron a
muerte y la fusilaron aquella misma noche.
Enсaгnación Jiménez, lavandera de Guadalmedina, malagueña,
proletaria humilde, no entendía de política. Para ella un herido era un hombre.
Y su ropa debe ser lavada.
Se engañaba. Y el engaño le costó la vida. Un Consejo de guerra de
coroneles, comandantes y capitanes del antiguo Ejército español, reunido
solemnemente, falló que un herido no es un hombre y que sus ropas no deben ser
lavadas cuando ese herido lo fué peleando por el régimen legítimo de España y
cuando sus ropas se mancharon con la sangre que hicieron verter las balas
facciosas. Y falló además que la culpable del lavado debía ser fusilada sobre
la marcha.
lEncarnaclón Jiménez!... ¡Tú tendrás un monumento a orillas del
Guadalmedina!
Ahora, 7 de marzo de 1937
Éste hecho como tantos otros no se pueden olvidar nunca.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo de una Estatua para recordar a esta Inocente Mujer.